Encuentros

Ray Collins’ Hot Club, siguiendo el evangelio de Big Jay

 

El año próximo cumplen un cuarto de siglo de actividad al servicio de los sonidos afroamericanos de finales de los 40 a principios de los 60. Con el mérito de haberse metido en esos fregaos antes de que fueran una moda. Antes de que tu cuñado se vistiera de rockero, tu exnovia pija de pin-up y el vecino oficinista bailara lindy-hop.

El Ray Collins’ Hot Club llevaba en la sangre toda esa explosión musical cultivada en distinguidas hondonadas sonoras urbanas como la Central Avenue angelina, el Harlem neoyorquino o la Beale de Memphis. Una tradición a la que estos alemanes añaden la rareza de adaptar un cancionero propio que suma entre uno y dos centenares de composiciones. Y ahí siguen, sonando frescos, salvajes, rugientes. Swing felino, Blues bailongo, Jazz sincopado, Rock con todo el Roll. Y unas irremediables ganas de fiesta y de aullar a pleno pulmón, como su amigo y admirado Big Jay McNeely, ¡One more time!. Y las que haga falta.

Nos visitan: el 18 de abril en Barcelona, para una fecha tan señalada como es el 11 aniversario del explosivo Awamba Buluba Club, y más adelante, el primer fin de semana de julio, para la 28ª edición del reverendísimo Blues Cazorla (Jaén). Y aprovechamos, claro está, para charlar un poco con ellos.

Empecemos por el principio: Yo sé que algunos miembros de la banda llevabais tocando juntos desde los 80. ¿Pero cómo y por qué se os ocurre –recién estrenado el nuevo milenio– empezar con una banda de Swing deudora de Cab Calloway, Duke Ellington o Chick Webb?

Creo que es normal y bueno que la música siga evolucionando. Pero, de repente, sentimos la necesidad de volver atrás y empezar en un momento en el que la música era muy diferente a la actual. Fue como entrar en un sueño y hacerlo realidad, simplemente haciendo música. Muchas de las cosas que ahora son muy comunes, como los bailes de swing, los espectáculos burlescos y todo eso, eran cosas muy raras de ver entonces. Cuando empezamos la gente se asombraba de que debutáramos en el año 2000. Hoy en día, después de todo este hype de lo retro, una banda como la nuestra es algo que choca mucho menos.

Nada más nacer, ya actuáis en escenarios muy prestigiosos como el Rhythm Riot de Reino Unido, Las Vegas, Tokio o Moscú. Contadnos cómo fue aquel arranque tan potente.

Ojo, no éramos ni la primera ni la mejor banda del género, pero nada más empezar descubrimos que teníamos la suerte de que a mucha gente le gustaba lo que hacíamos. Fue así desde el primer día. Y mejor aún: ¡eso no ha cambiado demasiado hasta ahora! Aquellos comienzos fueron muy emocionantes porque, de repente, veíamos entre el público a músicos que habíamos admirado durante mucho tiempo. En Estados Unidos, por ejemplo, estábamos muy nerviosos. Nos preguntábamos qué podíamos hacer nosotros, unos alemanes, por aquel público que, por supuesto, tiene toda esa gran tradición de ese tipo de música, toda su herencia. Pero nos decían que nosotros simplemente éramos diferentes y hacíamos algo que nadie hacía en Estados Unidos. Posiblemente fueran los temas propios. Desde el principio no nos gustó versionear repertorio antiguo tratando de hacer canciones cuyas versiones originales siempre iban a ser muchísimo mejores que las nuestras. Así que simplemente creamos nuestro propio repertorio y aquello funcionó muy bien. ¡Tanto, que ahora vemos que mucha gente del público se sabe las letras! Nos sentimos muy bien, con una sensación como de haber elegido el camino correcto.

 En estos años habéis girado muchísimo, y nos gustaría saber cuáles son vuestros sitios favoritos donde actuar y por qué. Y también, of course, a qué sitios no os importaría no volver nunca más…

No es coña y te juro que diría lo mismo en una entrevista para una revista sueca: España. ¡En serio, es nuestro lugar favorito para tocar! La mentalidad, el gusto por la música, la actitud fiestera… Por supuesto, hemos tocado en muchos otros sitios fantásticos. Lugares que nunca habríamos visto si no fuese gracias a la música. La ciudad en la que más hemos actuado, de hecho, es París. Y nos encanta este vínculo que tenemos con los cats de allí desde hace tantos años.

Nos gustaría que nos explicarais la bonita historia que os une con el mítico saxofonista Big jay McNeely, nada menos que el big kahuna del Honkin’ Tenor Sax.

Hace mucho tiempo conocimos a Big Jay en el festival de Greenbay, en Wisconsin. Su batería tuvo un accidente de coche y Tommy Greed, el nuestro, le sustituyó. Desde entonces nuestros caminos se fueron cruzando muchas veces y, finalmente, hicimos una gira juntos e incluso grabamos un disco. En aquel momento, Big Jay rondaba los 80 aos y vivía una vida tranquila en una pequeña casa en los Ángeles. Pero cuando se subía al escenario, se transmutaba en un loco poseído por una energía apabullante. Daba hasta miedo cuando tenía el saxo entre manos. A veces, si tocábamos alguna canción frenética, rápida y enérgica, alguna que le gustara de verdad, se excitaba hasta tal punto de que gritaba: ¡¡¡ONE MORE TIME!!! Y la volvía a tocar . E incluso una tercera vez, si le apetecía. Era una locura. Era increíble estar con él. ¡¡Aquel hombre había tenido su primer hit en 1949!! Y allí estaba, pasando el rato con nosotros. Le apreciábamos mucho y nos sentimos bendecidos por poder colaborar con él.

Es una impresión mía, pero creo que de alguna manera vuestra banda también reivindica a la generación Swing Heini de la Alemania de Weimar. Aquellos absolute beginners que tocaron y bailaron sonidos vibrantes como The Excello Five o Lutz Templin, y que fueron barridos por el régimen nacionalsocialista. ¿Hay algo de aquello en The Ray Collins’ Hot Club, o son imaginaciones mías?

Creo que nunca podremos imaginar lo realmente horribles que debieron ser aquellos días. Lo del swing y el régimen nazi debió de ser un contraste increíble. Es como el amor contra el odio, la vida contra la muerte, el cielo contra el infierno. Pero realmente no diría que hay un vínculo ahí. Nosotros sólo eramos un grupo de chavales que amaban la música que hacían. Y, a diferencia de aquella generación pretérita, en nuestro caso nada se interponía en nuestro camino.

¿Es cierto eso de que os subís a un escenario sin tener ni la menor idea de qué vais a tocar esa noche?

 En efecto, normalmente no hay lista de canciones. Como decía Screaming Jay Hawkins:  lo menos esperado es lo más efectivo. A veces intentamos seguir esa línea. Tenemos muchas canciones. Entre cien y doscientas, creo. Por supuesto tocamos algunas en la mayoría de nuestros conciertos, pero, al fin y al cabo, cada espectáculo tiene que ser diferente, único. Y te añadiría que eso no sólo es importante para el público, sino también para nosotros.

¿Algo que nos podáis anticipar sobre vuestros planes futuros? ¿Quizás algún álbum en preparación, teniendo en cuenta que el último que sacasteis fue en 2020?

Mira, justo acabamos de grabar 17 canciones nuevas. Esperamos sacarlas en un nuevo álbum antes de fin de año. Sé que es algo muy trillado de decir como músico, pero nos encantó la sesión de grabación, y tengo la esperanza y la sensación de que no va a ser el peor álbum de la historia de la música. Aparte de eso, nuestro plan de futuro es simplemente seguir adelante y seguir tocando todo lo que podamos. Esperemos que hasta el final, como Big Jay y muchos de los grandes hicieron antes que nosotros. Va por todos ellos.

 

Texto: Alberto Valle

 

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