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Thrice – Sala Apolo (Barcelona)

 

Como si de una película alternativa de los noventa o de principios de los dos mil se tratará, empezaremos esta crónica por el final, con un Dustin Kensrue molesto por el trato de la seguridad a un fan de las primeras filas que todo hay que decir casi rompe uno de los tubos de luz que adornaban el poco “attrezzo” escénico, y que a la postre significo el único momento en que el cantante rompió su apariencia tranquila y de controlarlo todo con sobriedad.

 

Esto significo que situándonos ya en el bis “Out Dust And Nations” y especialmente “The Earth Will Shake”, el tema escogido para cerrar, sonaran especialmente bien y con el punto justo de intensidad, no en vano “Vheissu (2005)” es uno de sus mejores trabajos, Esto hace pensar o deja una puerta abierta a que dentro de un año podrían realizar una gira a modo aniversario del mismo, y aplicando el mismo concepto de show del que acabábamos de ver, pero eso sería otra historia.

Volviendo al principio, nos encontramos ante un show claramente estructurado en dos partes, donde la primera coge el protagonismo “The Artist In The Ambulance (2004)”, tocado entero, del tirón y enfocado de forma muy profesional. Se evidencia que la banda se siente cómoda, sin prácticamente estridencias o movimientos, ejecuta cada tema sin fisuras, con apoyos vocales entre ellos, siendo eso mismo el punto fuerte, ya que la inmovilidad cargada de intención sonora, se muestra como conexión perfecta con su público.

Para la segunda parte, la visita a su amplio catálogo estuvo muy bien escogida, seleccionado entre un puñado de discos más de una docena de temas entre básicos y poco habituales, que aún con algún pequeño momento de bajón, permitió mantener el ritmo adecuado. Desencorsetados del orden marcado anteriormente, les permitió soltarse, y a la profesionalidad anteriormente indicada, hay que añadirle un tono más dinámico, con la banda moviéndose sobre el escenario a la vez que volvían a evidenciar que hacer lo difícil de forma fácil es la marca de la casa.

Todo eso nos llevó al punto final que comentábamos en el inicio de esta crónica, y donde a posterior del show, y analizando el mismo, se evidencia que esa generación de chicos buenos, de esos que abrazaban sonidos duros y sentimiento al mismo tiempo, (los cuales podrían pasar por el novio perfecto lleno de tatuajes de una chica con problemas de una serie perdida de la américa profunda), ya se han convertido en clásicos con varias décadas de carrera.

 

 

Texto: Oscar Fernández Sánchez

Fotos: Fernando Ramírez

 

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