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Swans + Maria W Horn Teatro Barceló (Madrid)

 

Siempre ha observado sagazmente Ignacio Julià que la gran diferencia entre Sonic Youth y otros grupos de la escena no wave y sus predecesores era el rechazo del blues como motor primigenio de su música. Michael Gira, líder de Swans, los últimos grandes supervivientes de aquella escena (hoy banda-franquicia del ruido y la experimentación) ha roto con dicha convención en su último trabajo, tanto musical como líricamente. Ese mendigo que da nombre a The Beggar (2023) es un arquetipo a la manera de un Stagger Lee, alrededor del cual están construidos sus actuales directos que, como siempre, van mucho más allá de su estructura inicial, lejanamente inspirada en las canciones de ese álbum y de leaving meaning. (2019).

En la presente encarnación de la banda, basada sobre todo en esa primera línea de ataque que forman Chris Pravdica al bajo y Kristof Hahn a la guitarra horizontal (ya no masca tanto tabaco, ahora vapea), Gira ejerce de director de orquesta, con su guitarra acústica como batuta que a veces es amplificada por su cuerpo entero, como cuando en esa larga intro de media hora que da la bienvenida al público se levanta y deja que el zumbido que emerge del escenario le traspase, para absorberlo, expulsarlo y finalmente reorganizarlo como un médium. Gira es, de nuevo, el oficiador de una experiencia a la que gastadas palabras como “mística” o “extática” se le quedan cortas.

Si en algún momento los nuevos Swans, esos que reemergieron en nuestras vidas hace ya casi quince años con My Father Will Guide Me Up a Rope to the Sky (2010), corrieron el peligro de caer en cierta reiteración, autocomplaciencia o un efectismo que siempre amenaza detrás de la esquina, sus últimos conciertos han acabado con toda duda. Datos: después del interesante pase de electrónica oscura y sintética de Maria W Horn, el sexteto (cada día más sobrio, olvidado Thor Harris) circula por ocho piezas a lo largo de casi dos horas y media en una especie de ascensión que concluye con esa orden final de «Birthing»: prestad atención, hijos de puta.

Es posible que la atención decaiga en algún momento intermedio, pero en la sociedad de la dispersión, los neoyorquinos siguen ofreciendo una experiencia impactante, catártica y extenuante que exige entrar con la mente, el corazón y los oídos abiertos pero recompensa con creces. Uno emerge de sus conciertos transfigurado, agotado y extrañamente satisfecho: algo así se debe sentir cuando te estrellas en los Andes y te rescatan meses más tarde. ¡No se atreva a perdérselo, nunca volverá a ser el mismo!

Texto: Héctor García Barnés

Fotos: Salomé Sagüillo

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