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Ramoncín – Stage Live (Bilbao)

 

Reconozco que las dudas me asaltaban sobre el concierto de Ramoncín. Por la larga ausencia por estos lares de un artista que es más recuerdo de otras épocas que estas y porque nunca le había visto en directo. Ver de estar a lo que hay que estar, porque allá a finales de los ochenta, si la memoria no me falla demasiado, antes de cumplir la mayoría de edad, fuimos atracados una cuadrilla por un macarra ochentero de los míticos en Bilbao.

Con el imperativo de “dadme todo lo que tengáis, que quiero comprar huevos para tirárselos a Ramoncín” ahí que soltamos acojonados  todas las pesetas. Y parece ser que el quinqui cumplió con su cometido pues luego nos lo volvimos a encontrar y nos comentó el resultado positivo de la acción. Ahí quedó la anécdota, en la leyenda que todos llevamos a cuestas en nuestra trayectoria musical.

Y porque la espinita de estar (a lo que hay que estar) enfrente del madrileño había que quitársela. No había mejor momento y ante una parroquia entregadísima. Y he de admitirlo: Me convenció totalmente. Conciertazo. Ni un pero se le puede poner. Por la actitud frente al respetable, por el respeto y cariño hacia sus músicos (siete en la tarima, con muchos momentos de cuatro guitarras, ojo a eso), por los comentarios dando donde hay que dar y a quién hay que dar (cierto partido político totalmente alejado del Rock y de lo más básico del ser humano) y porque cantó extraordinariamente. Quizás canta mejor que antes pero esa rabia de sus inicios es difícil recuperar, ya discutible si innecesaria o no. Pero vamos, que fue un bolazo en toda regla, casi dos horas, 21 temas de los muy conocidos y más coreados, feliz él, feliz la banda, feliz el público y un revival de marca mayor.

“Putney Bridge” para muchos (me incluyo) es lo más entre sus creaciones y cayó pronto, la tercera. Así se agita el avispero y así se tiene a los suyos devotamente entregados, porque la parroquia  de fans bilbaínos (y de fuera, algún madrileño impenitente se sigue acercando al Botxo ante citas de tamaño nivel) lo quería todo y recibieron más. ¿Qué decir del listado de temas? “Sangre y lágrimas”, “Chuli”, “La chica de la puerta 16” (aquí atizó a los peores que andan entre nosotros), “Reina de la noche”, “Rock´n´Roll Duduá”, “¡Déjame!”… vamos, un no parar. Y es que encima todo sonaba compenetrado, potente y limpio, con los coros del público a pleno pulmón.

Destacables las bluseras “¡Hola muñeca!”, “Canciones desnudas” y la excelsa “Miedo a soñar”, un temazo que me recuerda mucho (pero mucho mucho) a Ángel y los Volcánicos, aunque igual habría que darle la vuelta a eso de quién influye a quién por motivos temporales claros. Y es que de Lou Reed beben tantos. Y además, que no es porque estemos en Bilbao, pero no se me hace complicado relacionar la lírica del madrileño con los versos de Francis, de Doctor Deseo. Vamos, que tenía en su mano a mujeres (sigue acelerando el corazón a muchas a pesar de que el tiempo pasa, pero a quién hay que matar para llegar a su edad tal y como se mantiene) y hombres (no había más que ver brillo de admiración en los ojos y sonrisas, no en vano aquí hay algunos que le siguen allá por donde toca), todo un maestro de ceremonias y liturgias rockeras con sabor a décadas ahora mitificadas.

¡Y ojo! No al parche sino al ojo, pintado con el rombo rojo de sus comienzos (pena, no tocó “Marica de terciopelo”), declaración clara de intenciones de volver a unos inicios en los que escandalizó a un país fácilmente escandalizable y harto de represiones, por mucho que ahora haya voces que digan que entonces había más libertad. Ilusos.

El final llegó con la dupla demoledora de “Al límite” y “Hormigón, mujeres y alcohol”. Apunte a destacar: cantada en parte en euskera, algo que la mayoría de la sala ni esperaba ni le pudo seguir. Y se despidió con un guiño a su amigo presente en la sala, Rafa Alkorta (ex león y ex merengue) y deseando que el Athletic Club se imponga  a los indios de Madrid (textual) y la gabarra vuelva  a surcar la ría, algo con lo que te ganas a Bilbao entero. Como pase eso hay que invitarle a que toque en la posible celebración porque Bilbao quiere a Ramoncín.

Texto: Michel Ramone

Fotos: Dena Flows

 

 

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