Un Ripoll más personal despega en solitario con «El sueño fantasma», siguiendo su estela indie-pop guitarrera, pero con un extra de arreglos más cuidados e introspección a fuego lento en vena. Del desencanto personal a la reivindicación de las amistades, los gestos cotidianos y los lugares de encuentro como puntos clave de resistencia. Próxima parada: el 22 de marzo en la Sala Cadavra, Madrid, presentando el disco dentro del ciclo de conciertos del Bee Week Festival (https://www.passline.com/eventos/ripoll-bee-week-2024).
Tras recorrer y retroalimentarte del underground sonoro madrileño durante algo más de una década, con proyectos que van de Alborotador Gomasio a Hazte Lapón, El Pardo y, más recientemente, Viaje a Sidney, ¿qué te hace dar el salto para afrontar este debut en solitario como RIPOLL?
Bueno, lo mejor de este momento en solitario es que decida lo que decida, el resto del grupo lo acata sin rechistar, no como antes. RIPOLL es un archipiélago gulag. Bobadas aparte, en realidad lo que más me sigue gustando en el mundo es tener un grupo: Ser 4 o 5 personas que se acompañan de una forma o de otra, con una misma idea de la que todos se sienten partícipes, compartir tanto las grabaciones de las canciones como los directos… No me sale hacerlo de otra forma, así es como estoy cómodo. Ser un artista en solitario o tener una carrera en solitario me parece un auténtico coñazo, para personas a las que no les gusta pasar tiempo ni con su perro. Una de las cosas que más me gustan en RIPOLL es que sigo haciendo esto con amigos, capaces de aguantarme y de afrontar entre todos nuestras “películas” en el local de ensayo. De RIPOLL forman parte Francisco Jiménez (batería) y Juan Pedro Gálvez (bajo) -a los que ya conozco de mi etapa en Viaje a Sidney-, Manuel Dacosta (guitarra) -de los buenos de Gente Terrible-, y Miguel Breñas como productor, con el que compartí unos cuantos años en Alborotador Gomasio y otros tantos en El Pardo y Hazte Lapón.
En cualquier caso, el paso de querer hacerlo en esta ocasión como RIPOLL, bajo mi apellido, viene un poco marcado por el hecho de que llega un momento en el que el ámbito de la necesidad de comunicarte a través de las canciones cambia respecto al enfoque que quieres darle. En los grupos se viven sensaciones de una manera más espontánea y ágil. Son instantes compartidos dentro la colectividad de la amistad, la convivencia y, además, fruto de la efervescencia juvenil que a veces ejerce de motor en esas ocasiones. A medida que pasa el tiempo, si te gusta seguir contando “lo tuyo” a través de las canciones, lo vas a seguir haciendo, pero, quizá, el hecho de hacerlo de la manera más sincera respecto a tus emociones pone más difícil poder compartirlo y ponerlo en común en un mismo espacio, y que a la vez cuadre en el discurso de un grupo de 4 o 5 personas. Eso te puede ir creando el impulso de querer contar las cosas más a tu manera.
Además, los tiempos de una narrativa propia creo que invitan a un ritmo menos frenético que el que lleva una banda, y eso ayuda a que haya algo más de espacio para la introspección a la hora de elaborar tu relato personal. En este sentido, creo que he conseguido que se vea mejor y de manera más clara lo que quiero transmitir en lo que cuento en RIPOLL con respecto a otras etapas mías anteriores.
En relación con lo que me cuentas, parece que los sentimientos individuales se funden más que nunca en este disco, del amor de pareja, a las amistades y lazos familiares que nos sustentan y sustentamos, en los buenos y malos momentos… De la brisa introspectiva y sinceridad que nos empuja hacia delante en el «Podemos seguir» de apertura, a las “heridas del amor” en «Marinero sentimiento», una montaña rusa que comienza con tormenta sonora y luego crece como una luminosa brisa que te levanta del suelo hasta el final. Háblame, por favor, de esta colisión de los sentimientos individuales y colectivos que se funden en el disco y, concretamente, en estas dos certeras y pegadizas canciones.
Sí, es cierto. En las letras de las canciones de este disco intento contar las experiencias individuales, pero entrelazarlas con el impacto que lo colectivo tiene en dichas experiencias. Nuestras relaciones de amistad, de amor y en el ámbito laboral, están todas expuestas y se ven afectadas por lo que suceda en nuestro entorno. Hace años que vivimos en un ambiente hostil y de descrédito del concepto de hacer comunidad, y es algo que genera discursos tremendamente individualistas que hacen que crezca día a día nuestra sensación de fatiga y de soledad respecto a la proyección de un supuesto futuro que habíamos imaginado, pero que no termina de concretarse. De ahí un poco el título de «El sueño fantasma», esa especie de idea de futuro pasado que ya no nos pertenece y nos hace dudar de si en algún momento fue algo verdaderamente real o de si siempre fue un mero espejismo.
Por eso elegí «Podemos seguir» como primera canción: “Podemos seguir, no importa nada más. Nuestro futuro es un recuerdo que han vendido ya”. Creo que refleja muy bien todo esto que he contado antes, la esencia del disco, mezclando el retrato del desencanto personal con la reivindicación de las amistades, los gestos cotidianos y los lugares de encuentro como puntos clave de resistencia. Además, fue la primera canción que terminamos, y marcó un poco el camino en el tono general de las letras y de la producción del disco, ya que empezamos a introducir elementos más clásicos como cuerdas, violines o trompetas, que nunca antes habíamos usado, comenzando así a salir del terreno de “solamente guitarras” del que veníamos.
En «Marinero sentimiento» pasa algo parecido, y mezcla esos dos mundos en dos partes muy diferenciadas: las estrofas con el spoken word de Raúl Querido -en las que se vuelve a las sensaciones del universo que se describe en «Podemos seguir»- y los estribillos -donde quería que el protagonismo pasase a la narrativa de una historia de amor condicionada por el entorno, por aquello que se cuenta en las estrofas-. En mi cabeza quería mezclar a los Fontaines D.C con Los Rodríguez, algo poco probable a primera vista, pero también lo puede ser ver en la misma foto a Junts y al PSOE.
Por otro lado, todo esto convive en el disco con canciones más pop y con letras de amor de toda la vida: el sol, la luna, las mareas, honestidad brutal y esas cosas, esos clichés de canción pop de desamor que también están presentes. Tampoco podemos dejar que la proliferación de tanta filosofía coach en YouTube termine de volvernos locos del todo.
Además de Raúl Querido en «Marinero sentimiento», encontramos tres colaboraciones vocales más: de esas historias de verano que no queremos recordar en «Septiembre», junto a Olaya Pedrayes de Axolotes Mexicanos; a la melancolía pop salpicada de riff y pegadizos estribillos en «Humo y Heridas», con Algora; y el último sencillo antes de la salida del disco, la vibrante y enérgica «Historia Universal», plagada de luminosos teclados y la banda Camellos quemando las naves para la causa. Háblanos de estas colaboraciones y dame unas pinceladas de cada uno de estos temas, por favor.
En primer lugar, tengo que dar las gracias a todos y a todas las que se han ofrecido para ayudarme a sacar el disco adelante, grabando voces o instrumentos en muchas de las canciones. Aparte de los nombres que aparecen en las colaboraciones, tengo que agradecer a Alberto Robla (Alborotador Gomasio, Puzzles y Dragones) y a Begoña Casado (Cómo vivir en el campo) el haberse prestado para grabar coros en muchas de las canciones; a Alfonso Moreira por los arreglos de violín; a Álex (Junio), por su riff en «Insomnio»; y a Borja Pérez (Yawners, Confeti de odio…) por hacer que todo suene en su sitio con la mezcla, el mastering, y por nuestras conversaciones sobre El último de la fila.
Con Frankie de Camellos, la colaboración se me ocurrió porque la letra de la canción en la que participa, «Historia Universal», cuenta con un guiño al tema «John Wayne», de Los Enemigos. El grupo de Frankie, Camellos, tienen una colaboración con Josele Santiago, y de ahí que me pareciera gracioso que fuera él quien cantase la parte de John Wayne.
En el caso de Olaya, de Axolotes Mexicanos, siempre he admirado el carisma de auténtica estrella del pop que desprende desde siempre, desde que la vi por primera vez en un concierto. Es de estas personas que tiene un imán para que el público la siga cuando está encima de un escenario. Uno de los mejores estribillos pop que tiene el disco, creo, es el del tema «Septiembre», así que pensé en ella inmediatamente para que grabase su voz en esa parte de la canción.
Sobre «Marinero sentimiento», aparte de lo que ya conté antes, solamente añadir que se barajó como nombre para el disco. Finalmente, fue el nombre de nuestro primer EP. En muchas canciones de El Pardo, Raúl y yo teníamos esas partes a doble voz, él hablando y yo gritando de fondo, como así sucede en las estrofas de esta canción… Así que, en este caso, salió de la manera más natural.
“Humo y heridas», el tema en el que colabora Algora, es probablemente el más melódico de todos los que hay en el LP. Creo que la voz de Víctor encaja como un guante en una canción de este tipo, y hace claramente que sea mejor.
Entre otros, te he leído que Rafael Berrio ha sido una influencia importante a la hora de componer este disco, «El sueño fantasma». Háblame de esa conexión con Berrio en esta nueva etapa como Ripoll.
Ojalá hubiese empezado a escuchar a Rafael Berrio antes, pero los prejuicios, que suelen ser predeciblemente estúpidos, me alejaron de escuchar canciones de él hasta su muerte, creo que en marzo del 2020. A partir de que Fino Oyonarte versionara «Simulacro» -en un disco homenaje a Berrio que se editó de manera póstuma- y comentase sobre la canción que era una de las mejores que se habían escrito en castellano, no empecé a prestarle atención. Ahora estoy de acuerdo con esa afirmación de Fino, por muy exagerada que pueda parecer.
A partir de ese momento comencé a escuchar todos sus discos y me fascinaba como combinaba la facilidad de narrar, propia de un cantautor, pero con la peculiaridad de seguir haciendo, en ocasiones, pop rock con ese aire tan de Donosti; no ser sólo un autor costumbrista, sino que también juega a entrelazar esa parte con imágenes llenas de poesía. En esa combinación, y en cómo descubre su mirada ante el mundo, me parece que es un tipo único. A todo esto, la pandemia a mí me pilló con una guitarra española en casa, y muchas de las canciones de «El sueño fantasma» las compuse con ese instrumento, sin guitarra eléctrica y sin poder ensayar con banda en el local, con lo que fui acercándome algo más con esa sonoridad a una composición un poco más “de autor”. ¿Hubo meses en los que querría haber sido como Rafael Berrio? Sí, ¿y quién no? El caso: me pilla muy lejos componer tan bien como él, pero qué bien haberlo descubierto y no seguir perdiéndome su música por imbécil.
Y además de Rafael Berrio, ¿qué otros artistas y discos dirías que te han influenciado a la hora de fraguar estas flamantes diez canciones?
Estas listas de influencias siempre pueden ser eternas, pero es verdad que hay algunos ejemplos de grupos que seguro que se evidencian más que otros.
Aparte de los grupos indies de guitarras -que es un poco de donde vengo-, y cuya influencia se nota en canciones como «Septiembre», «Historia Universal» o «El sueño fantasma», al margen de esto, y en la línea de lo que contaba de Berrio, también escuché mucho por la misma época a Alberto Montero y a Nacho Vegas, y eso, igual se deja ver con mayor evidencia en temas más confesionales y de radiografía social, como lo son «Insomnio” o «Episodio Nacional».
Además, desenterré recuerdos del rock en castellano que había metido en el cajón con el paso de los años, y que tienen su huella en el disco -en canciones como «Podemos seguir», «Marinero sentimiento» o «Tienen que arder»- como Los Rodríguez, Calamaro, El último de la fila, Ilegales o Los Enemigos… también hemos puesto mucho el ojo en arreglos de bandas como Love, The Damned o Fontaines D.C… y el guiño ochentero en «Luna rosa», que pretende tener tintes de grupos como La dama se esconde o The Smiths.
Otro de los temas en los que mejor rezuma el carácter de cantautor que zigzaguea por el disco, dentro su eclecticidad sonora, es «Tienen que arder», una llamada a la acción, a la resistencia, a luchar contra las mentiras de lo que quieren seguir manteniéndose en el poder a costa de todo…
Como curiosidad sobre esto, reivindicar que el cabreo que supone «Tienen que arder» va dedicado a todos los mamarrachos y a todas las mamarrachas de jefes y de jefas que putean a los trabajadores y trabajadoras en sus condiciones de trabajo. Soy sindicalista de profesión en un ámbito laboral concreto, y esta canción sólo es mi contribución en forma de granito de arena para intentar que nos quitemos de encima a toda esa caspa.
Para terminar, ¿cómo se presenta la puesta en escena de este nuevo repertorio? ¿Qué se encontrará el público que acuda a los conciertos de Ripoll?
El 22 de marzo estaremos en la Sala Cadavra, Madrid, presentando el disco dentro del ciclo de conciertos del Bee Week Festival (https://www.passline.com/eventos/ripoll-bee-week-2024). Esperamos veros a todos en esa primera fecha de presentación y arranque de la gira. Estamos preparando una fiesta muy especial para la ocasión, con una edición física limitada en cassette que hemos editado, y también procuraremos llevar a todas las personas que han colaborado con sus voces en algunas de las canciones. Además, vamos a intentar volver a engañar a Alfonso Moreira Rodríguez para que esté presente, el violinista que se ha encargado de los arreglos de cuerda del disco.
No os lo perdáis, que aparte es un festival que se hace por el bien de las abejas, conque ni siquiera el nuevo orden mundial os puede servir de excusa para no venir.
Texto: David Pérez Marín