Viendo venir que la, en ocasiones, tan dañina manía de la corrección política se le iba a echar encima, Ward Hayden decidió mutar el nombre de su banda, Girls Guns & Glory, por otro que no contribuyera a hundir su excelente trayectoria. Así pues, en 2019, nacieron Ward Hayden & The Outliers, un proyecto que le permitía ir con la cabeza bien alta sin renunciar a su propio estilo de siempre, basado en conjuntar country, honky tonk y rock & roll.
Pasados cuatro años de ese, vamos a denominarlo como necesario, cambio (las corrientes mandan), la banda de Boston estrena dos trabajos a la vez. Por un lado un álbum de creaciones propias titulado “Shout Shore”, y por otro “A Celebration of Hank Williams (Live), un homenaje al legendario artista de Alabama, ahora que se cumplen cien años de su nacimiento.
El show que han preparado para esta gira, consta de dos partes bien diferenciadas: la primera dedicada al cancionero de Williams y una segunda en la que incluyen algunos de los nuevos temas y un repaso a su carrera. No hubo ninguna sorpresa y eso fue lo que presenciamos en un Razzmatazz 3 casi repleto (aleluya). Hayden (otra joya de persona) lideró a una banda, pletórica, compuesta por Josh Kiggans (batería), Greg Hall (bajo) y Cody Nielsen (guitarra y steel), colosales tocando, a la perfección, lo que determinara el instante. A los buenos músicos se les huele a varias leguas, cuando aparece algún desatino, acostumbra a ser por deficiencia o exceso de protagonismo. No existió nada parecido.
El repertorio de Hank Williams es tan extraordinario que puede parecer fácil reinterpretarlo. Lejos de hacerlo de modo usual (si es posible), Hayden y los suyos, le añadieron lozanía y un toque fresco innegociable. La entrada, vibrante, con “Move it on over” y “Why don’t you love me”, ejemplificó tal permutación.
Si hace falta recalcar el talento de Williams, como compositor, podríamos hacerlo nombrando “Your cheatin’ heart” (primera inclusión de la steel guitar), “Ramblin’ man” (espectacular Nielsen con su Telecaster), “Long gone lonesome blues”, “Honky Tonkin’ (una de las favoritas de Hayden), la templada “Lost Highway” o “I’m so lonesome I could cry”, canción que no pasa por ser uno de sus grandes hits, pero que a Williams le encantaba. Da lo mismo, todas son impresionantes y la relectura notabilísima.
Es evidente que el baúl de Hank no tiene contrincantes. De todas maneras, lo compuesto por Hayden, no es nada despreciable, todo lo contrario. A los etiquetadores insaciables, les apetece asociarlo con Buddy Holly, Dwight Yoakam o al brío inmarchitable de Chuck Berry. Al finalizar el concierto, le propusimos otra comparación: Jackson Browne. Más tranquilo, después de la avalancha de fans para conseguir su firma, Hayden pensó nuestra reflexión y no le hizo ascos. Musicalmente es distante, sin embargo, el tono vocal se asemeja en “Breaking up with my hometown”, “Shout shore” o “Write song”, todas pertenecientes a su último disco. Tampoco le pareció una locura relacionarle con Bob Seger, aunque en este punto, nos dirigió al trabajo en estudio.
Situémonos en la segunda fase del concierto. En ella, acudieron los primigenios Girls Guns & Glory con “Mary Anne”, “Rock’n’roll”, una espídica “Root Cellar”, el efervescente medio tiempo “Empty bottles”, “All the way up to heaven” y dos fantásticos covers: “On the road again”, masterpiece de Willie Nelson (muy bien cantada por Josh Kiggans) y el cierre con “I saw the light”, otra gloriosa creación de Hank Williams en la que Nielsen miró al techo (cielo circunstancial) como si quisiera darle gracias por su inspiración. Los reconocimientos deberíamos concedérselos al guitarrista por su feroz demostración.
No sabemos el porqué, pero a los Ward Hayden & The Outliers se les ha ocurrido grabar, hace poco, el “Brilliant Disguise” de Bruce Springsteen. Nos la tragamos sin apenas rechistar porque la versión estuvo a tono con el alto nivel del espectáculo. La pregunta sería si resulta imprescindible hacer cosas como esta. Uno, sinceramente, cree que no lo necesitan. Dejando el “Disguise” a un lado, el calificativo a la comparecencia bostoniana, sólo puede ser uno: Soberbio.
Texto: Barracuda
Fotos: Marina Tomás Roch