Hace unos meses descubrí una viñeta del siempre maravilloso The New Yorker en la que un gran ejecutivo de un estudio de cine le comentaba a un joven guionista que su guion era fresco, original, algo que no había visto antes, pero que no se preocupara, que eso podían arreglarlo.
La ilustración de Matthew Diffee refleja a la perfección el momento que atraviesa –porque algunos anhelamos que esto sea un mero trámite- el arte en todas sus vertientes. Ya sea en el cine o en la música, que es lo que nos concierne, parece que el objetivo es seguir las modas, y no adelantarse a ellas. Una filosofía basada en el “hagas lo que hagas, sé un ladrillo más en el muro” donde la creatividad ha desaparecido por completo y todo se ha vuelto demasiado impersonal.
Por suerte para todos, aún sigue habiendo bandas que intentan aportar un toque singular a cualquiera de sus trabajos, sin importarle mucho hacia dónde puede guiarles eso y disfrutando del proceso. En el caso de Cómo Vivir en el Campo, esta apuesta les ha llevado a lo largo de su carrera a alternar salas de todo el país con grandes festivales, como el Tomavistas, el FIB o el Primavera Sound, del que serán partícipes este año.
El concierto que la banda madrileña ofreció el pasado viernes en la Sala El Sol fue, sobre todo, una oda al buen gusto. La excusa para hacer un bolo el día de Reyes era la presentación de Yiyi, el álbum conceptual que CVEEC ha lanzado recientemente. Un trabajo bastante alejado de la esencia del grupo y que, sin embargo, ha tenido una gran acogida, como pudo comprobarse en las reacciones del público en canciones como “Refugio del martes”, “Costilla” o “Por aquí te dirán que no”.
Son muchos los que catalogan los conciertos de CVEEC como una experiencia particular y no tengo más remedio que suscribirlo. Con el aura de bandas como Yo La Tengo siempre acechando, el trío se esfuerza por presentar un show donde predomina la música. Sin alardes, sin presentaciones y sin bises, pero con algunas incursiones que se antojan tan interesantes como efectivas, como la fase con saxo y cuerdas que añaden en temas como “Aunque no te niegue el tiempo”, “Algo que nos haga felices” y “Por favor, mátame”, quizá su tema más reconocible. Si a este tramo le añades “Perdido”, su composición más psicodélica, nos encontramos ante un gran concierto. Por poner algún “pero”, el último tramo me dejó algo frío, sensación potenciada por la calidad artística del interludio.
Hora y media de concierto en la que CVEEC demuestra ser una banda que encaja perfectamente en cualquier tipo de festival, que es lo que se lleva ahora. Un ladrillo garabateado que sabe ponerse camaleónico cuando la situación lo requiere, sin perder nunca su identidad.
Texto y foto: Borja Morais