Encuentros

Lisa Cortés: “Little Richard vivió en una montaña rusa entre lo sagrado y lo profano»

 

 

Charlamos con la directora del documental Little Richard: I am everything (Avalon), que se estrena este viernes en  cines. Un documental sobrecogedor y enriquecedor en todos los aspectos, desde lo musical a lo social, que se llevó el segundo puesto de la categoría de mejor documental en nuestra lista de los mejores del año.

La gente que se escandaliza con la obscenidad gratuita de las letras del reguetón debería repasar lo que cantaba la tercera -y la menos conocida, en comparación con Bessie Smith y Ma Rainey- matriarca del blues Lucille Bogan allá por 1935 -cuando Little Richard tenía tres añitos- en la canción ‘Shave ‘em dry’: “I got nipples on my titties, big as the end of my thumb. I got something between my legs that will make a dead man cum. Oh, daddy, baby, won’t you shave ‘em dry? Now, draw it out! Want you to grind me, baby, grind me until I cry. Say I fucked all night, and all the night before, baby. And I feel just like I wanna, fuck some more”.

Tras su experiencia iniciática en los lúbricos medicine-shows de diferentes personajes vodevilescos de Georgia, Richard Wayne Penniman tomó buena nota de aquellos dirty blues para romper la baraja del rock’n’roll con su ‘Tutti Frutti’ («Tutti Frutti, good booty. If it don’t fit, don’t force it. You can grease it, make it easy»), pero aportó un grado más de lascivia liberadora con un estilo interpretativo que convirtió sus chillidos orgásmicos en un sello de identidad que después fue tan imitado -por todos, desde McCartney o Jagger hasta Plant o Iggy Pop- que acabó siendo quintaesencia del rock’n’roll. Todo cantante que grita, que es salvaje, todo frontman (o frontwoman) que se folla a su público, se lo debe todo a Little Richard. Aunque no lo sepa.

Lisa Cortés

Esa es una de las lecciones que deja Little Richard: I am everything, un documental en el que la  cineasta Lisa Cortés aborda la figura del artista con un enfoque salpicado de perspectiva racial/queer, sumergiéndose en la historia de búsqueda del amor de un muchacho de Macon que cambió el mundo.

¿Cómo empezó el proyecto? ¿Cree que la historia de Little Richard nunca se ha contado bien?

Little Richard fue una figura increíble por sus contribuciones. Ya conocemos su música, pero a mí  lo que me interesó fue analizar qué le dio forma como artista, y qué aportó al mundo. Cuando murió en la primavera de 2020, hubo mucho gente, desde Bob Dylan a Dave Grohl de los Foo Fighters, compartiendo mensajes sobre lo importante que fue para ellos, y entonces descubrí que nadie había contado su historia completa en un documental. Como cineasta, fue en ese momento cuando mi curiosidad y mi pasión se convirtieron en emoción, porque Little Richard fue un músico, una persona, pero también una fuerza cultural, lo que me permitió desplegar una conversación con muchas capas diferentes acerca de su historia.

Quizá también vio que era el momento adecuado para lanzar la pregunta de: ¿Qué pasaría con la mitología del rock, si se supiera que su pionero fue un negro queer?

Creo que nadie se había hecho esa pregunta antes. Y este documental lo explica con investigación, con evidencias, a través de conversaciones con gente brillante que ofrece distintos ángulos sobre un tema que no se ha tratado nunca. Esa fue una de las grandes alegrías que me ha dado este proyecto.

¿Cuánto tiempo le ha llevado terminar el documental, y cuáles fueron los principales desafíos?

Me llevó dos años y medio. Estábamos saliendo de la pandemia, y eso ralentizó el acceso a los participantes. Además, algunos como Mick Jagger estaban increíblemente ocupados. Mientras hacíamos las entrevistas diseñamos e incorporamos los efectos visuales, que llevaron bastante tiempo.

¿Hubo algún material de audio, imagen o vídeo especialmente difícil de conseguir?

Cuando empezamos el proyecto, tuve claro que quería el propio Little Richard fuese quien contase su historia. Usamos su voz para contar dónde nació, cómo fue su infancia, etc, porque tuve la suerte de contar con los audios de un periodista que nos los cedió para el documental. Eso fue esencial, porque así tuvimos la narración completa de lo que ocurrió, y de cómo se sentía él en cada momento de su carrera.

LITTLE RICHARD at Wrigley Fields, Los Angeles, 2 September 1956

Mucha gente se sorprenderá por la flagrante influencia estética de Esquerita. ¿Hasta qué punto diría que le “robó” el estilo?

Hay una inspiración obvia en lo musical y lo visual, en la expresividad. Pero lo que Little Richard hizo se puede comparar con… una paella.

¿Cómo?

(Risas) Sí, porque la paella tiene su arroz, sus pimientos, su cebolla, el pollo, el marisco… Él cogió todas esas tradiciones musicales para cocinarlas en su propia olla, donde todo eso se cocinó para resultar en Little Richard.

Me sorprendió que no mencionase el período en que Jimi Hendrix tocó en los Upsetters, la primera banda liderada por Little Richard. ¿Quizá no hay material de esa época?

No lo hay, no hay fotografías… y Hendrix no duró tanto con el grupo. Además, adentrarme en eso hubiera implicado llevar el documental por otro camino. Pero sí queda patente que Little Richard le ayudó a él y a otros artistas como James Brown en sus primeros pasos en la música.

¿Qué crees que pudo pasarle a Little Richard durante aquel vuelo a Sidney, en el que vio a Dios y a sus ángeles pegados al ala de su avión y decidió dejar el rock’n’roll? Por la manera en que lo cuenta el documental, parece que estuviera de LSD (risas)…

(Risas) Creo que ahí se juntaron varias cosas. La presión de la fama, el hecho de darse cuenta de que a pesar de matarse a trabajar no estaba ganando dinero, sus creencias religiosas… todas se mezclaron en un momento en el que si te pilla volando durante trece horas, cuando estás dejándote llevar por la imaginación mirando por la ventanilla, puede empujarte a sentir una especie de epifanía. Pensó que no estaba haciendo lo que se esperaba de un buen cristiano, y que además ni siquiera estaba ganando dinero con ello. Todo eso generó una presión psicológica que puede explicar lo que le ocurrió en ese viaje.

Abandonó el rockn’n’roll dos veces por la evangelización, y esas dos veces volvió a la música porque también se estaba quedando sin un centavo. ¿Cree que eso le generó conflicto psicológico, o quizá una de sus muchas contradicciones es que era tan pragmático como espiritual?

Él vivía en constante contradicción. Le gustaba la fama y el reconocimiento, pero a la vez siempre sentía ese desgarro por no ser un buen cristiano. Por eso creo que vivía en una montaña rusa entre lo sagrado y lo profano. Y no es la única persona que ha sufrido eso, ni mucho menos. Pero la gente lo vive en privado, y él lo vivió expuesto al público. Y ese reto es muy complicado.

Es muy emocionante cuando el documental se adentra en su búsqueda del amor. ¿Cree que Richard alcanzó algo de felicidad al final de sus días, en ese sentido?

Me gustaría creer eso. Él dijo que su relación más importante era con Dios. Y encontró ahí parte de lo que buscaba como amor, en un sentido divino.

También buscó desesperadamente el reconocimiento de la industria, a pesar de que los Grammy le boicotearon toda su vida al no darle ni un sólo premio. ¿Cree que el Premio al Mérito de los American Music Awards fue suficiente para él? Puede que su discurso de agradecimiento esa el momento más emotivo del documental.

Creo que fue muy emotivo para él, pero todos sabemos que el reconocimiento importa, y ganar el Grammy es la forma más alta de reconocimiento en el negocio de la música. Por eso estoy tan contenta de que este documental haya sido nominado en los Grammy a la Mejor Película Musical. Ganarlo sería una pequeña contribución al reconocimiento de Richard en los Grammy.

LITTLE RICHARD at Wrigley Fields, Los Angeles, 2 September 1956

El documental también habla de cómo los blancos se apropiaron del rock’n’roll. Lo cierto es que desde los ochenta, ha habido pocas bandas de rock negras. ¿Cree que se cansaron de tanta apropiación y dijeron, “esto ya nos lo han robado, inventemos algo nuevo otra vez… ¡el hip-hop!”

En realidad ha habido muchas bandas negras de rock… Living Colour, mmm…. Oh dios, ahora no recuerdo más. The Steens… Pero han sido relegadas a los márgenes. Aun así sigue habiendo bandas negras de rock en la escena, y como Richard, no están obteniendo todo el reconocimiento que se merecen.

Richard se autodenominó El Innovador, El Originador, El Arquitecto, El Rey… de ahí el título del documental. Pero la palabra clave de esta historia es otro apodo que también usaba a veces: El Emancipador.

Me encanta que hagas ese énfasis. El rock’n’roll, en su forma más pura, es algo liberador, es algo que te permite expresarte como eres, es lo que inyecta más emoción en la música. Y específicamente para Richard, por ser un hombre negro que se crió bajo las leyes Jim Crow, el rock sirvió para desatar una forma de expresión musical llena de exuberancia, felicidad y rebelión que, en el fondo, fue un gran acto de liberación.

Texto: Nacho Serrano

 

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