En la última de las cuatro fechas que los ha traído a nuestro país, el dúo formado por Paolo Roberto y Francesca Alinovi desplegaron sobre las tablas del histórico club de la Plaça Reial una más que notable lección de música americana, que para sí quisiera más de un oriundo. Y es que el modo en que la pareja de Bolonia se adentra en el country & western, el swing y el rock’n’roll de los pioneros se disfruta sobremanera gracias a una formula magistral, la suya, que compendia virtuosismo, desenfado y una contagiosa simpatía.
Con la adición de Alessandro Cosentino, oficiosa y magnífica tercera pata del combo, al violín, batería y voces, Lovesick presentaron varias de las canciones –algunas, caso de «Goin’ Down» o «Until I’m Done», ya adelantadas en redes- que forman parte de Remember my Name, un nuevo trabajo a editarse en breve, al tiempo que repasaban títulos anteriores en un carrusel de hora y cuarto (primer pase de los dos contratados) que nos llevó en un viaje espacio-temporal a esos escenarios que tan bien –y con tanta autenticidad- saben recrear: juke joints y salones de baile, graneros y andenes, esa América de la primera mitad del siglo XX que sentó musicalmente las bases sobre las que luego se construiría todo un nueve género, del que también picotean.
Una tarde noche plagada de ritmo y violines (tremenda la versión que hicieron de «Lovesick Boogie», enorme Francesca ahí), clásicos fraseos y punteos, todo sazonado por puntuales recursos a la lap steel, más unos juegos vocales tan frescos como sutiles. Siempre dejando, eso sí, la (soberbia) voz cantante a un Paolo pletórico, que se atrevió incluso con el yodel en cierto –e hilarante- momento.
Unas citas, estas cuatro, que parece más que probable que se repitan –tal vez aumentadas- el año que viene, ya con el nuevo álbum editado. Fechas que habrá que apuntar en agenda, sin duda.
Texto: Eloy Pérez
Fotos: Marina Tomás Roch
