Hace poco más de un año, The Sadies se presentaban en el Kafé Antzokia presentando “Colder Streams” y con el recuerdo muy intenso del fallecimiento de Dallas Good. Y el concierto, en el espacio habitual, tuvo momentos intensos por el recuerdo y por tener que empezar a pensar en el grupo como trío y con la misión de seguir adelante a pesar del mazazo. Y The Sadies volvieron, aunque en el Antzoki, el espacio más pequeño de la planta de arriba, de aforo mucho más reducido.
Con un telón de fondo en el que salía reflejado Dallas, su hermano Travis se encargó de realizarle el mejor homenaje posible, seguir tocando por él, para él y para quién se acerca a sus ceremonias que transitan entre temas introspectivos y con una carga de tristeza importante, otros más movidos (porque aquí venimos a divertirnos) y una gran mayoría de canciones en las que pasan por todo el amplio espectro de la música norteamericana, ya sea Folk de raíces, Country, Rock o Americana pura y dura.
El concierto, al igual que aquel de noviembre del año pasado, fue a ritmo de zapatilla ramoniana sin ser ramonianos, ya nos entendemos, así lo dijimos entonces y lo repetimos ahora, 26 temas en 73 minutos, un no parar. Comenzando con “Stop & Start”, muy enérgica, se zambulleron en un tobogán de sensaciones, con un toque triste y melancólico (“More alone”), Country (“Strange Eyes”), vuelta a la tristeza (la complicación de cantar “Mesage to Belial”, una elegía en recuerdo de su hermano reprochando a Lucifer el error que ha cometido llevándoselo) y así cambiando de registros continuamente. Travis sudaba a chorros, el elegantísimo contrabajista Sean Dean cerraba los ojos como queriendo recordar a su difunto compañero y el público a medias entre el disfrute y el respeto.
Lo que sí quedaba claro es que Travis ha cogido perfectamente el testigo de Dallas. Se echan mucho en falta sus juegos de armonías cuando estaban juntos, perdiendo un poco de cuerpo en directo su música, pero sigue siendo bella y que llega. “Better yet” puso los primeros acordes distorsionados, y en muchos temas las seis cuerdas fueron protagonistas absolutas (“Ten more songs”, “No One´s listening”, la contundencia de “Another year again” o “Rat Creek”). Y la amalgama de estilos seguía fluyendo como el río del filósofo griego Heraclito.
Tan a gusto se encontraron que nos regalaron dos versiones que no estaban en principio en lo esperable. Eso dice mucho de cómo se acogió al grupo canadiense, muy querido por estos lares. Primero “I wasn´t born to follow” de The Byrds (recordada por el film de culto “Easy Rider”) y para acabar una del maestro Neil Young, “Everybody knows this is Nowhere”. Una manera elegante, agradecida e intensa de acabar un concierto que tuvo mucho de homenaje y más de calidad, algo que les sobra a The Sadies con o sin Dallas al frente.
Texto: Michel Ramone
Fotos: Dena Flows