The Magnetic Fields desembarcaron por primera vez en Barcelona para participar en el festival BAM de 1997. Desde entonces, y de la mano de Primavera Sound, han vuelto en diversas ocasiones, llegando a culminar su triunfo gracias a la memorable actuación del pasado 2022. Conjuntamente han creado una especie de marca registrada que arrasa cuando se anuncian en comandita. A nadie debería sorprenderle el cartel de sold out que lució, luminoso, en la sala Apolo barcelonesa.
Otro prodigio conseguido por la hermandad, reside en conseguir que el pop de cámara maraville a tal multitud de seguidores, hecho estimulante, milagroso diría yo, pero que en algunos casos, huele a postureo sin fundamento. A las pruebas me remito: cierto es que estar de pie, apretujado, no invita a quedarse mudo. Sin embargo, reírse a carcajadas, mofarse del bueno de Stephin Merritt por su aspecto físico o su inefable manera de comunicarse (bouzouki en mano) comentando, “parece un dibujo animado”, no parecen actitudes ni de buen fan ni de alguien que ha pagado para ver un concierto, donde, en teoría, concurrimos con el objetivo de escuchar música que nos gusta. Finiquitando el apartado “quejas al público” (posiblemente padezca el síndrome Woody Allen) podríamos citar “callaos borregos”, exabrupto gritado por un espectador cansado del cuchicheo organizado entre la sensible interpretación de Shirley Simms de la hermosa “The Flowers She Sent and the Flowers She Said She Sent” y la certera queja de Merritt en “The Day the Politicians Died”. Anécdotas de una noche en la que, por lo general, se mantuvo el comedimiento y, ante todo, ganaron las armonías de un grupo intachable que ya forma parte, por méritos propios, de lo mejor concebido en música popular en las tres últimas décadas sufridas o vividas, según sea el caso.
Aunque el señor Stephin y los suyos calquen el repertorio noche tras noche, no impide que el deleite de escuchar esas cortas obras de orfebrería, creadas por alguna clase de inspiración divina, sea siempre el mismo. No les vamos a martirizar analizando cada una de las 46 canciones que sonaron, únicamente nos limitaremos a comentar alguna de las principales fases: “momentos olímpicos”.
El curioso cruce entre la voz de Merritt (un Scott Walker menos trascendente) y coros a lo Beach Boys, en la escueta “Castles of America” perteneciente a “Quickies” (2020), constituyó el disparo de salida. Tras la impactante intro, miraron hacia atrás, logrando la primera ovación de la noche con “I Don’t Believe in the Sun”. Las perlas del monumental “69 Love Songs” empezaban a asomar la nariz.
Avanzando en el largo periplo (90 minutos), nos topamos con esos ecos “velvetianos” que emanan de muchos de sus himnos, como por ejemplo, “Born on a Train” (magnífico Sam Davol al cello). Le relevó “Com Back From San Francisco”, cantada a dos voces y coreada por los presentes con gusto y respeto. Pasado el periodo vacacional ofrecido por “Desert Island”, apareció “Kiss me Like You Mean It” (genuino country) y un poco después, “Candy”, dos muestras palpables de lo buena cantante que es Simms, lo bien que toca el ukelele y la notable remembranza a Nico, eso sí con una sonoridad bastante más aguda. Este detalle (pueden estar de acuerdo o no) se enfatizó en “100,000 Fireflies”, el segundo de los bises. Seguimos buceando.
Con la delicadísima lección emocional que siempre proporciona “The Book of Love”, advino la catarata esperada por todos: como gotas fluidas, fueron cayendo la navideña “’01 Have You Seen It in the Snow?”, un par del álbum “Get Lost”, “Smoke and Mirrors y All the Umbrellas in London”, y el formidable tridente formado por “Papa “Was a Rodeo” (final bordado), “All My Little Words” (la preferida de unos cuantos, me incluyo) y “The Luckiest Guy on the Lower East Side”, cantada por el guitarrista Anthony Kaczynski, quien la cerró con una nota alta alargada de enjundia. Aplausos irrebatibles.
Antes del ensoñador cierre oficial con “Take Ectasy With Me” y “’14 I Wish I Had Pictures”, Merritt se acordó, con ironía, de Alice Cooper y su esposa en la jocosa “Death Pact (Let’s Make A)”; a juguetón no le gana nadie. En los añadidos la mentada “100,000 Fireflies”, “A Chicken With Its Head Cut Off” y la esplendorosa “It’s Only Time”. Stephin la cantó entrelazándose la cabeza con las manos, como si nada estuviera pasando.
Al parecer siempre quieren ponerle un nombre al espectáculo realizado, en esta ocasión lo bautizaron “Fumée”. Saquen conclusiones.
No hubo ninguna sorpresa, sólo la constatación de que sin ruido, falsas apariencias y mamoneos se puede enamorar a un repleto auditorio. El secreto es muy sencillo: saber componer, así de simple.
Texto: Barracuda
Fotos: Sergi Fornols