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Pokey Lafarge & The Northsiders – La (2) de Apolo / Versión 2.1

 

 

Algunos le denominan el “geniecillo flaco” y otros le tildan de mero recuperador de antiguas modas sonoras. Uno se quedaría con el primer apodo, ya que Andrew Heissler aka Pokey LaFarge ha tenido la consideración de no imitar, simplemente, a sus predecesores sino que se ha esforzado en reconstruir lo concebido a base de crear un nuevo mundo creativo. La fotocopia trocada en un cosmos propio.

El cuarentón nacido en Bloomington (Illinois, USA) está más feliz que una perdiz. En 2021, grabó el brillante (en todos los sentidos) “In The Blossom of Their Shade”, relevo del más sombrío “Rock Bottom Rhapsody” (2020) y hace poco se nos ha casado con Addie Hamilton, la mujer de sus sueños. Por si fuera poca la satisfacción, su radiante esposa le acompaña en la gira de presentación del lustroso último LP mencionado; según palabras de Pokey, su luna de miel (sobre hojuelas).

El tour concertó seis de sus fechas en territorio español. Nosotros acudimos, gozosos, al show ofrecido en la sala pequeña del Apolo barcelonés. Esperábamos un lleno hasta la bandera, pero la promotora y el club tuvieron que conformarse con tan solo tres cuartos de entrada, siendo generosos. Este leve pinchazo, no fue óbice para que sus fans disfrutaran, de lo lindo, con un show de altura (LaFarge es de los que no fallan), pero con ciertos baches que sortear.

Sin que se moleste el encantador matrimonio ni los seguidores más acérrimos, sería de justicia separar el concierto (sin contar los bises, ya todo estaba encarrilado) en dos partes diferenciadas: con Addie y sin ella. Así de entrada puede parecer una glosa exagerada, si me apuran algo machista, aunque después de cotejar esta arriesgada opinión, con más de cuatro espectadores de oído fino, no parecía tan descabellado destacar tal apunte.

Un rico mambo-swing, enlatado, dio entrada a Mr. Heissler y sus cuatro acompañantes: The Northsiders; escuderos colosales, tanto en el ritmo vivaz como en las sutiles baladas. Nadie debería enfadarse si situáramos al guitarrista y trompetista Erik Miron como el elemento más destacado del combo. Su labor en la balanceante “What the Rain Will Bring” o “Wanna Be Your Man” con su minúscula trompeta fue fastuosa, así como en algunos guitarrazos centelleantes. El resto de músicos (Hank Mehren,  Kevin Carducci y Andrew Guterman) no le fueron a la zaga, construyendo un colchón acústico de primer nivel. Quizá el sonido resultó algo chillón y necesitado de un plus de graves. No obstante, la nitidez prevaleció en todo instante.

Arrancaron con el single “Get It ‘Fore It’s Gone”, continuando con tres piezas de nuevo cuño: “Rotterdam”, “Fine To Me” y “To Love or Be Alone”. Comienzo fulgurante, apaciguado por las dos canciones citadas con anterioridad (el par de swings vintage bordados por Miron); “End of My Rope” y “Yo Yo” (otra garbosa novedad) nos retornaron al baile.

Alcanzado el ecuador del repertorio, nuestro notable intérprete regaló un par de perlas que constituyeron el momento álgido de la función: por un lado “Something in the Water”, tema de aires “gospelianos” (tremendo Mehren al teclado espiritual) y “Lucky Sometimes”, una balada imponente (de lagrimón). Y cuando la dicha explotó (nosotros también merecíamos ese estado de regocijo), llegó el bajonazo.

Se esperaba la aparición de Mrs. Hamilton o Heissler (no sabemos el apellido que utilizará después de decir el  “sí, quiero”) y la verdad es que, si tenemos que ser sinceros, constituyó un pequeño lastre. El problema principal del pequeño “set” en el que participó, no fueron las malas prestaciones (su carácter vivaracho y algún certero lucimiento vocal evitaron la debacle) sino que, básicamente, no aportó nada interesante. Y si encima le sumamos que le tocó bailar con “Goodbye, Barcelona” (la más fea), el resultado no fue el que necesitábamos.

Curiosamente cuando abandonó la escena, LaFarge puso la quinta marcha y su actuación acabó por todo lo alto. El acelerón con “La La Blues”, “The Devil Ain’t Lazy” combinada con “Back at the Chicken Shack” (Jimmy Smith) y los primorosos bises: “Central Time”, “Don’t let it go” y “Goodnight, Goodbye (Hope Not Forever)”, otra ración de lágrima pura, le elevaron hasta el nirvana, de dónde nunca tuvo que bajar. En este emocionante cierre regalaron flores al personal, como si de una boda se tratara (el que la coja es el próximo en casarse) mientras sonaba, por los altavoces de la sala el “A Place in the Sun” de Stevie Wonder.

Pokey LaFarge nunca decepcionará porqué es un artistazo. De aquellos a los que siempre debemos seguir y adorar, quedan pocos con su nivel. Su bienestar actual puede provocarle apasionamientos innecesarios, pero es contagioso. ¡Qué sean felices!

 

Texto: Barracuda

Fotos: Sergi Fornols

 

 

 

 

 

 

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