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Madonna – Palau Sant Jordi (Barcelona)

Photo by Kevin Mazur/WireImage for Live Nation

Expectación descomedida la que desató Madonna con los dos conciertos de Barcelona en este Celebration Tour. Realmente, todas sus visitas a lo largo de los años han causado esta atención excesiva por parte de medios y público y es que la ambición rubia ya forma parte de los iconos populares de la historia de nuestro tiempo más robustamente concebidos. Y sabe bien como explotar su condición.

Fue en 2015 dentro del Rebel Heart Tour la última vez que pisaba nuestros escenarios, concretamente en el mismo recinto, y pese a que no son excesivamente muchos años para un artista de este calibre, sí que lo puede parecer para un perfil determinado marcado por la edad y por el tipo de show superlativo que debe ofrecer a sus fans.

No hay medianías o una versión sencilla de Madonna, hay que tomarla y vivirla al completo, en su plenitud de facultades. Y pese a una cierta reticencia para aceptar que la Madonna que mantiene nuestra retina se podría vislumbrar de alguna manera en tiempo real, hay que admitir que la reina del pop ha sabido reinventarse y crear un espectáculo digno de asombro y emoción.

Photo by Kevin Mazur/WireImage for Live Nation)

No faltan las sorpresas con esos continuos cambios de escenario y de vestuario y mantiene el interés como si de un thriler se tratara a través de una escenografía apabullante. Muchas películas se suceden, muchas historias se cuentan para desembocar en su propia historia, narrada desde su punto de vista dentro de una exposición llevada al extremo que tanto le gusta y que tanto ha desarrollado en su carrera.

Pese a que durante las dos horas y cuarto que dura el show sonaron una buena parte de sus éxitos y muchos otros temas bien escogidos para la ocasión, la parte musical quedaba relegada a un segundo plano en un despliegue de potencial visual pocas veces alcanzado. Situación que hace reflexionar sobre el futuro de la música en directo y su puesta en escena para artistas de grandes estadios y audiencias.

«Holiday», «Live to Tell», «Like a Prayer», «Justify my Love» Erotica/Papa don’t Preach», «Vogue», Die Another Day», «Bedtime Story», «Ray of Light»… todo un repertorio que recorre varias décadas y se mantiene vivo, casi eterno. Todo sonaba inmaculado si te gustan las bases pregrabadas, claro. Aquí no se avista ni un solo instrumento, excepto en «Burning Up», el tema que tocó en el CBGB en sus inicios y que interpreta ella sola en el escenario con una guitarra eléctrica que dudosamente nos atrevemos a decir que toca ella.

Photo by Kevin Mazur/WireImage for Live Nation

No faltaron guiños al sida, a Michael Jackson, al bueno, el feo y el malo, o a Gloria Gaynor con una versión a pelo con la acústica de «I will survive» en un esfuerzo poco conseguido de complicidad con el público. Pero ya hace muchos años que Madonna encontró refugio en la música electrónica, la que le acerca a la discoteca y renueva su protagonismo en una audiencia más joven.

Y ahí es donde lleva su propuesta recreándose en el trip hop, el house, el drum n’ bass y el techno-pop con más techno que pop,  perdiéndose la magia del sonido bubble gum que tanto gustaba a un particular.

Son los tiempos que corren, veloces y contradictorios, donde la estrategia cuenta más que la propia esencia, donde la necesidad de deslumbrar puede con la capacidad de absorción y donde se pierde una parte de la naturaleza de todo esto, la ingenuidad ante el descubrimiento.

Pese a que el espectáculo es una bestialidad, ya no nos impacta tanto porque ya venimos preparados, otros artistas siguen sus pasos y presentan propuestas elaboradas a base de coreografías y creación de espacios escénicos inverosímiles con plataformas rotatorias, cabinas voladores, caballos danzantes y hasta avionetas que se estrellan contra un muro. Pero ahí, inevitablemente, se pierde la magia de la sustancia de la música.

Madonna estuvo más que a la altura de su condición, se le escuchó cantar bien, mantener la presencia altiva y provocadora, chulesca incluso, y ha sabido plasmar un espectáculo donde sus movimientos se integran con el de sus bailarines sin dar la nota y del que hay que admitir que sale airosa.

Pero la realidad es que esto ya no es un concierto de pop ni de nada, es un espectáculo audio-visual con música de fondo. Todo muy respetable y disfrutable, por supuesto.

 

Texto: Daniel Miralles

 

 

 

 

 

 

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