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Los Surfin’ Bichos – La (2) de Apolo / Festival del Mil.lenni (Barcelona)

No, por aquí no: en esta sala tocan Los Surfin’ Bichos. Así nos vetó la entrada la controladora de accesos nada más llegar porque supuestamente teníamos cara de italianas, como si las italianas no supiesen apreciar la immensità de Albacete. En fin, lo que está claro es que de lo único que teníamos cara era de habernos saltado la cruel petición de Los Surfin’: “Sed puntuales”. Pues ahí estábamos nosotras justo treinta años más tarde; sin duda, fue un milagro subir a bordo.

El resto del público, por su parte, puede que llevara esos mismos años esperando. Entre todos oscurecíamos la sala, vestidos de nube gris, de noche profunda aunque solo faltasen cinco minutos para las nueve. Esto ayudó a contrastar el resplandor azul del escenario cuando, al cabo de cinco minutos, muy puntualmente, Alfaro, Mora, Pascual y Cuevas comenzaron a vivificar sus instrumentos, arrastrándonos a todos en su “Viaje de Redención”, del que dudo se haya redimido nadie, pero que momentáneamente fue purificador antes de caer en los infiernos de la descarnada banda.

El concierto contuvo en realidad multitud de conciertos: después de ganarse al público más apesadumbrado abriendo con Hermanos Carnales, pasaron rápidamente a presentar su nuevo álbum Más Allá, a través de un “Yo que te he visto” donde Alfaro dejó claro que los tenía a todos fichados. Así pues, fueron tocando el nuevo disco prácticamente entero ―faltó irónicamente “La Mujer Invisible”― intercalado por flashbacks que revisitaban toda su discografía pasada. En ese sentido, hubo increíbles transiciones como pasar del fresco pienso abrazarte con fuerza de “Señales” al mítico abrázame como un terremoto de “Abrazo en un Terremoto”.

No faltó tampoco el retorno a La luz en tus entrañas, con una actuación voraz de “El Crujido del Cangrejo” que casi resquebraja la sala entera. Solo pudo calmar la cólera de las baquetas, de las teclas aplastadas y de las cuerdas ―vocales, de bajo, de guitarra― retorcidas; el sol interior de Lea Leone, que amaneció en “Luz del Mediterráneo”, dejando sin sombras la sala. El sector de fotógrafos aprovechó entonces para apelotonarse en las primeras filas con miras a capturar el cielo. Pero lo único que captaron fue un cotizado menú de restaurante: “Comida China y Subfusiles”. Con esta histórica canción se despedían por primera vez Los Surfin’ y Lea Leone ante un público completamente escéptico.

Cuando los Bichos volvieron al escenario de algún modo ya no eran los mismos. O, mejor dicho, lo eran más que nunca. Arrinconaron el nuevo disco, y entraron de pleno con “Gente Abollada”. Con una fuerza que ya no recaía enteramente sobre la voz ni los instrumentos, sino que penetró las entrañas de los asistentes, que resucitaron tanto o más como las canciones.  Esto es, se desató la tormenta. Así que siguieron alimentándola con “Mi Hermano Carnal” y “Fuerte!”. Y entre semejante temporal, todavía hubo quien desplegaba tranquilamente un caramelo, ¡Santa María!

En la segunda despedida ya nadie tenía tan claro el regreso. Todo dependía que se encendiesen las luces. Y así fue, pero lejos de la espantosa luz blanca que hubiese supuesto el final de la quimera, se encendieron de nuevo los focos con “Crisis” y “Efervescente”; llegados a este punto una estaba ya perdida en lo más hondo del túnel del tiempo. Los Surfin’ Bichos habían liberado su esencia, su bestia interior, y la discreta sala 2 de Apolo pasaba a ser una auténtica perrera.

Para acabar, pese a toda la puntualidad, no faltó el reproche de Fernando a todos esos amigos que habían preferido quedarse en casa, a quienes les dedicó el grito punzante de a tomar por culo tus amigos de Los Punsetes. De modo que terminó el concierto como fundido entre épocas, demostrando que en efecto el terremoto es inmortal y solo es cuestión de liberarlo. Luego, esta vez sí, desaparecieron del todo; con un público dispuesto a esperarles por lo menos otros treinta años.

 

 

Texto: Sara Moa

Fotos: Fernando Ramírez

 

 

 

 

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