«Brutales» era la palabra que más resonaba a mi espalda a la salida. Probablemente, de forma muy acertada. Explosions in the Sky vienen visitándonos desde hace prácticamente veinte años, y a cada tirada de dados se mueven de sold out a sold out, y tiran porque les toca… En esta ocasión no iba a ser distinto.
Con un «Bona nit, Barcelona» se presentarían en la primera de las dos únicas ocasiones que uno de sus miembros utilizó un micrófono. De inmediato reconocieron sentirse abrumados cada vez que agotaban entradas en nuestra ciudad, testigos de la expectación que desatan sus actuaciones, siempre respaldadas por brillantes ejercicios discográficos como el último End. Del mismo, «Loved Ones» era la encargada de iniciar la pirotecnia espacial.
Porque más que explosiones en el cielo, esto iba de un viaje interestelar. Como levitar en el espacio en una visita guiada por un cuarteto, convertido en quinteto para la ocasión. Por nuestra parte, silencio sepulcral y admiración a raudal. La sala atiborrada se dejaba llevar, cada uno a su manera, desde los brazos en alto a los ojos cerrados, pero ante todo respeto, pidiendo silencio a cada vez que en los pasajes de calma se apreciaba un murmullo.
Y es que esta calma era calma tensa, por la expectativa que generaba el siguiente arpegio de guitarra; o nota de bajo, porque también se intercambian instrumentos sobre las tablas; o de teclas, o de quien deja la guitarra para tomar una caja de batería, azotando nuestros huesos a cada golpe. Pues Explosions in the Sky penetran en la carne, tocan hueso y tuétano. Sobra decir que, para cuando hemos alcanzado el ecuador del espectáculo con «Greet Death», también nos han tocado la “patata”.
A la hora y media de recital, se produce la catarsis con la definitiva «The Only Moment We Were Alone» de su obra magna. ¿Que de cuál de ellas? También tenéis razón, pues The Earth Is Not a Cold Death Place es solo un disco efectista de los tantos otros que producen estos texanos. Máxime espectáculo son sus directos, tocando techo en un aplauso final que sirve de reverencia, antes de que se marchen tal y como han llegado sin lugar para el vis: dinamitando los cielos del espacio sonoro.
Texto: Borja Figuerola
Fotos: Sergi Fornols