Encuentros

Joaquín Pascual y su nueva vida antes de morir

Mercromina ha vuelto a los escenarios después de casi una década con la envidiable fuerza de quienes comparten un mismo objetivo: el de conectar con la gente; gente lo suficiente afortunada, a veces, como para poder profesarles su admiración a los albaceteños, tras su emocionante concierto en el Visor Fest, en un meet and greet donde no me quedó otra que infiltrarme para retener a Joaquín Pascual y proceder con este interrogatorio casi penal acerca, entre otros antecedentes, de su nueva bomba de relojería, Baladas para un Atraco. El próximo jueves 16 Pascual estará tocando con Surfin’ Bichos en la (2) de Apolo dentro del 25 Mediolanum Festival Mil.lenni.

Unamuno por poco gritó una vez: «Sé confesor más que predicador. Comunícate con el alma de cada uno y no con la colectividad». A pesar de vuestra fama de bichos raros, siempre tan fuera de lugar, ¿se puede decir que habéis encontrado al fin vuestro sitio, aunque sea a modo de confesionario, en lo más íntimo de quienes os escuchan?

Sí, precisamente es ahora cuando notamos esa cercanía con nuestro público, como si hubiera una sensación más de fan, entre comillas ―entiéndeme, nunca hemos sido un grupo de tener fans―.  Antiguamente, en los noventa o dos mil, para nada teníamos esa comunión tan guay que tenemos hoy: cuando estás en la vorágine de sacar discos, buscas que las canciones tengan cierto éxito, que gusten. Es luego, cuando pasan los años y las tocas y siguen ahí, tan vivas, que les encuentras casi más sentido que antes. También creo que nuestras canciones han ido calando poco a poco, creando su propio camino, generando sus propias conexiones, hasta el punto de que la gente, en efecto, se confiesa con ellas, se identifica y de alguna manera se conoce más a sí misma. Al final se han convertido en algo necesario en sus vidas; y en consecuencia ahora los notamos más cerca que nunca.

Vuestra música está plagada de perspectivas; vuestros conciertos, en cambio, se someten principalmente a una: ¿qué ves desde lo alto del escenario?

Intento fijarme en lo que sucede dentro más que en lo que está sucediendo fuera; pero, últimamente, como comentaba, me siento más cercano a la gente, noto cómo se entregan, cómo nos miran… A lo mejor también es que me he hecho mayor y he ido aprendiendo a no estar tan pendiente de molar, sino de comunicar; que es mi intención fundamental. Al fin y al cabo, ya hemos desarrollado nuestro lenguaje como músicos por lo que tenemos más capacidad de transmisión que antes. La prueba: miro al público y ahora noto una conexión mucho mayor. Es súper gratificante, ¡me gusta muchísimo!

Con el tiempo has ido afinando cada vez con más las letras, ¿qué mecanismos hay tras este proceso?

Cuando escribo una canción siempre intento trazar unas líneas argumentales que hagan que la gente de repente conecte. Precisamente, en “La Perspectiva” hablo de un sueño donde veo que mi vida va hacia adelante, hay unos campos de trigo, yo voy caminando… es un sueño un poco extraño de entender, pero trato de esforzarme para que el oyente comparta mi visión; trato de mantener un lenguaje ambiguo hasta un determinado momento donde, en una frase o dos, se sepa claramente de lo que estoy hablando, pues es algo que todos hemos sentido. Por ejemplo, en “Una Pena De Camisa” la camisa es una imagen universal, todo el mundo entiende que llega un momento en que ya no te sienta bien.

Desde que empecé con Mercromina, hasta ahora, siempre he intentado que todo eso funcione mejor, que mis canciones sean más reales, las imágenes mejor construidas, el envoltorio más poético… a veces escucho canciones mías que digo: «Hostia, pues, fíjate, hasta me gusta»; después de tantos años, al final vas adquiriendo cierto control sobre aquello que escribes.

Y cuando ya tienes esas imágenes poéticas, universales… ¿cómo das con el sonido que las refleja?

Pues sigo un planteamiento muy parecido siempre: me gusta contar la historia y luego dejar al final un poso instrumental para que el oyente tenga tiempo de rememorar lo que ha pasado. También disfruto de introducir en los discos cierto enfoque conceptual, como pasajes instrumentales entre canción y canción que delimiten las zonas de lo que estoy hablando. Son guiños míos, como un señuelo de identidad; supongo que cada uno tiene el suyo. Fernando, por ejemplo, en ese sentido es mucho más directo, empieza a cuchillo y acaba a cuchillo, ¡pumba!, se terminó; por lo que es difícil que encuentres una canción de los Surfin’ que tenga un desarrollo instrumental. A mí sin embargo me gusta crear el momento, desarrollar mi letra, establecer esa conexión con el oyente y luego, al final, darle un poco de tiempo para que descanse de todo eso.

En relación con estas historias y tu manera de contarlas, ¿tienes en cuenta alguna referencia literaria?

Pues leo mogollón. Sobre todo, tengo predilección por la novela americana, soy muy fan por ejemplo de McCarthy, Rulfo, McCullers… ese rollo americano de novela polvorienta, me encanta. Igual que de los libros de los que se han hecho pelis que me han gustado, como La Naranja Mecánica; así veo otra vez las películas. Pero realmente leo de todo: este verano, sin ir más lejos, he leído La Odisea. Yo me dejo llevar por mi hermano Miguel, que ha leído toda su vida, y entonces a veces le llamo: “Oye, ¿qué estás leyendo? Recomiéndame algo”. Pero, con todo, y aunque la portada de Baladas para un atraco es del color de una edición del Llano en Llamas de Juan Rulfo, por lo general, no tengo una referencia clara que influya en mis canciones.

Cuando salió Baladas para un atraco, pensé inmediatamente en Apuntes para una película de atracos, de Siminiani; aunque en su caso el atracador no era hipotético.

Bueno, de hecho, yo quería que el prólogo lo escribiera un atracador de verdad, e iba a ir a la cárcel a buscarlo. Pero una amiga que trabaja allí no me lo aconsejó porque «luego te puedes meter en un follón», «no sabes con quién vas a tropezar…» En fin, que me quitó la idea de la cabeza y entonces lo escribió Nacho. Nacho Vegas.

Este nuevo disco contiene una canción, “El Plan”, donde hablas de una nueva vida antes de morir, en este caso, como atracadores. ¿Puedes intuir ya las próximas vidas que os esperan?

No es difícil intuir la vida que te espera ya a ciertas edades. Y no lo veo como algo triste, al contrario. Este disco es una especie de apología a hacer todo lo posible, como el mal, ponernos hasta arriba de drogas, o incluso atracar un banco, para que estos sean los años más emocionantes de nuestra vida. Y aunque evidentemente no vamos a hacer ningún atraco, nos gusta pensar: «Oye, llevamos ya un montón de años en esto y seguro que aún nos van a pasar cosas más fuertes».

Baladas para un atraco no deja de ser un poco la idea viva del romanticismo; por ejemplo, “El Accidente” es una canción que se recrea en el dolor. Ahora bien, ¿vives realmente acorde a esas ideas o están simplemente relegadas a la fantasía, como el propio atraco?

Las vivo. Al final mi vida sucede alrededor de un accidente que se repite una y otra vez, un accidente constante entre el deseo y la contención, entre el error y el acierto, entre no debías haberlo hecho y al final lo has hecho. Ese ha sido, te lo digo de verdad, mi motor: la lucha entre el bien y el mal, la cara y la cruz.

Por último, hoy habéis tocado “Empezar de Cero Como Si Nada”, canción que viene ilustrada por una bomba de relojería. ¿Tienes miedo o ganas de que el tiempo estalle?

Esa ilustración fue idea de Pablo Errea, el diseñador de la portada. Por lo demás, «Empezar de Cero Como Si Nada» habla de un momento en que te encuentras con que has cometido un error, de esos errores brutales como bombas que vas a tener que admitir; y entonces quieres irte a casa, tomarte algo, dormir y no pensar más en eso, porque si no vas a estallar. En este caso concreto, por tanto, es más miedo que deseo de que estalle. No me apetece mucho estallar como una bomba; vamos, no me gustaría acabar así, prefiero lo del hueso de aceituna, un disparo… algo por el estilo.

Texto: Sara Moa

 

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