El músico navarro, acompañado de una remozada banda, alarga su colaboración con el productor Paco Loco para trazar en I Became What I Hated (Music Hunters, 2023) su recorrido más compacto y clásico a través de los sonidos de raíces.
El tercer capítulo musical de Edu Errea se escribe bajo una armoniosa convivencia entre el impulso eléctrico y un ambiente evocador de carácter tradicional. Un autobiográfico y melancólico trayecto, a veces propulsado por la fogosidad power-pop y otras envuelto en sutilidad country-rock, compuesto de elegantes estampas no exentas de espinas emocionales.
Han pasado más de dos años y medio desde tu anterior trabajo, Just a Dream. ¿Eres alguien especialmente minucioso a la hora de componer?
Más que nada necesito vivencias y una situación propicia para hacerlo. Dos años me parece un tiempo casi mínimo para mí, y eso que las cosas podrían haber sido distintas, porque la mayoría de las canciones las escribí en un breve período durante el 2022. Hay un último factor, y es que financiar uno mismo una grabación hace un poco complicado todo el proceso. No sé lo que ocurriría si una discográfica me pidiera cinco discos en otros tantos años pagándome un pastón, creo que no podría hacerlo, o lo pasaría muy mal, porque tal y como yo concibo la música, la libertad es esencial.
Estilísticamente partes del rock americano para llegar a otros territorios. Siendo el actual un trabajo variado, me parece que hay en él una formulación más clásica, ¿ha sido algo premeditado?
Mi idea era un álbum aún más clásico en cuanto a sonoridades, con menos producción, incluso donde la guitarra acústica y la voz tuvieran un protagonismo casi absoluto en muchos momentos. Pero siendo el productor Paco Loco, lo mejor que puedes hacer es dejar que conduzca él. Y eso hice; y el resultado me encanta. A él le gusta mucho todo lo clásico, pero a la vez disfruta mezclando cosas aparentemente poco afines. A mí me ha ganado para siempre con sus ideas que parecen locas y luego, después de unas escuchas, son maravillosas.
¿Dirías que tu personalidad musical se abriría paso igualmente sin la mano de Paco Loco?
Creo que este disco podría haber funcionado también producido de otra forma, pero no me gusta mucho pensar en ello. Me he sentido muy respetado por Paco tanto en este trabajo como en el anterior, en el tratamiento que ha hecho de mis canciones. Respecto a mí, creo que tengo una identidad propia que él sabe potenciar por medio de su producción y mezcla, especialmente en el manejo de las voces.
Y respecto a la banda que te acompaña, ¿cuál es papel, son parte activa del proceso compositivo?
Los ratos que estamos juntos ensayando, tocando por ahí, preparando grabaciones, son siempre un disfrute. Existe mucha sintonía musical y personal, los cuatro estamos en esto por pasión, no hay más motivos. Su papel en el proceso compositivo digamos que, partiendo de una canción que tiene su melodía, su letra, su esencia, es en el local entre todos cuando le damos lo que necesite para que funcione de cara a una grabación o un directo.
Desde nombres clásicos, como The Band, Byrds o Petty, a bandas actuales, sean Teenage Fanclub, Wilco o Jayhawks, parecen parte esencial en tu influencia, ¿reside en todos ellos tu principal inspiración?
Bueno, es que has nombrado séis grupos o músicos de los que más he podido escuchar en mi vida. Si añadimos a tu lista a CSNY, Beatles y Beach Boys tenemos las melodías y armonías que más me han marcado. En cuanto a la escritura, mis influencias van por el lado de los cantautores americanos, como Leonard Cohen, Tom Waits, Dylan…
Casi la totalidad de tus temas circulan por ese abrupto recorrido que supone el (des)amor, ¿es este tipo de temáticas el paisaje perfecto donde examinarte a ti mismo?
En mi caso sí, la soledad que sigue a una ruptura, o la soledad en general, me resulta una fuente de reflexión. Es el momento en que más me encuentro con mi pasado, con mis vivencias, con mis deseos, mis sueños…Se me ocurre el símil de un niño que se aburre; déjale sin teléfono, televisión o videoconsola y verás cómo pasado un rato empieza a imaginar algo. Puede que sea algo comparable.
En «Robinson» hablas de la necesidad, pero también de la dificultad, de seguir un camino propio sin aceptar dogmas externos, ¿son muchos los momentos en que tienes el impulso de cejar en el intento?
Para mí, tirar la toalla sería dejar de grabar y editar mi música. Me encantaría que un millón de personas escuchara «Robinson», por ejemplo, pero componer significa expresarme, y si un día a mis discos se acerca toda esa gente, debería ser porque les han gustado mis canciones, y ningún otro motivo.
Texto: Kepa Arbizu