Los de Ashville, Carolina del Norte, nos recuerdan, quien sabe si involuntariamente, que existió un tiempo en que el prefijo indie en la música no era un simple reclamo para incautos a los que desplumar con chucherías que se dispensaban en mega-stores: era más bien una alternativa a los canales principales por donde expresar lo que cada cual llevara dentro, fuese ello shoegaze mayestático, pop floreado o, sencillamente, urgencia por vomitar las furias que le atosigaran la existencia a uno. Y con ese espíritu, se deslizan desde los primeros Polvo en «Hot Rotten Grass Smell» a los Sonic Youth de la época de Goo en «Bull Believer», un tour de force que revienta a los seis minutos, amenazando con jibarizar el resto del contenido del álbum… pero la sorpresa es que de ahí en adelante nos llevan de la manita por un festival de referencias (Pavement, My Bloody Valentine, Sleater Kinney…) que hará las delicias de cualquiera que añore los tiempos en que se traficaba con cintas de VHS embutidas de la programación de Alternative Nation.
FERMÍN GARCÍA