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Visor Fest – La Fica (Murcia)

Suede

 

Descarriada procesión la que atravesó Murcia este fin de semana: Yo La tengo, Teenage Fanclub, New Order… cuando menos diez mil camisetas desfilaron rumbo a uno de los pocos templos no destruidos aún, el Visor Fest.

Decoraban este recinto sagrado, no columnas dóricas, sino un par de festivaleros a los que les sobraba una entrada. Esta entrada sobrante, emblema de todos los ausentes, me miró como diciendo no me abandones tú también cuando di un paso adentro. Ese adentro era nada menos que un festival entero sintetizado en un único y monumental escenario que se ajustaba perfectamente a la idea de visor, captando todas las miradas, presentes o no, con la promesa de reflejar la luz de cuatro extraordinarios paisajes, si no de otro mundo, por lo menos de otra época.

El viernes sirvió de antesala de lo que se esperaba para el sábado pero no por ello, fueron platos de segunda. Al contrario, Primitives demostraron estar en un estado de forma envidiable y OMD defendieron ese sonido tan característico de los 80’s llevado a un contexto contemporáneo, reflejando la vigencia del movimiento, y constatando la habilidad de crear singles que siguen provocando histeria colectiva.

OMD

El sábado, cigarrillos, gafas de sol y camisas oscuras aparecieron de pronto enmarcadas dentro de aquella gigantesca estructura de acero, conformando la melancólica imagen de hommes fatals que Mercromina siempre ha proyectado. Imagen provocada, tal vez, por el sueño truncado de querer ser alpinistas, con el que inauguraron el atardecer, derrochando una energía y complicidad brutal que no hizo más que probar que casi dos décadas separados no son nada cuando en lo esencial se sigue encadenado.

Encarnaban, por tanto, con total fidelidad su reciente “Empezar de Cero Como Si Nada”, canción que curiosamente tocaron tras la primera de todas, Ciencia Ficción; dando así un cósmico salto hacia el presente.  Intervino entonces Modesto Colorado en la entrañable “Cacharros De Cocina”, tema, pese a todo, de una vitalidad y risa infinita; en un concierto donde no faltaron invitados, como el propio Matthew Caw que, anticipándose a sí mismo, se sumó a Joaquín Pascual en el estribillo de la mítica “Evolution”, sin despegar la mirada del adorable papelito donde se la había apuntado.

El concierto llegó a su fin, pero la estimulante atmósfera de ruido, pájaros y alienígenas que Cuevas, Sánchez, Mora, Pascual y Borrajeros generaron con sus encolerizados instrumentos no se quiso desprender todavía del lugar, ni del corazón de los que la respiramos.

El Dj Pequeño Burgués puso entonces banda sonora al quietismo del público en un interludio de media hora que terminó con la reaparición de Matthew, por fin acompañado al completo de Nada Surf, para estrenar la noche con una de sus canciones más populares, por supuesto, “Popular”; que paradójicamente llevaba tiempo apartada de los focos. Y si bien sacaron a relucir otras maravillas de las de antes como “Blonde on Blonde”, “The Plan”, “Blizzard of 77” o “Hyperspace”, el grupo no se dedicó tanto a revisar éxitos como a presentar su nuevo álbum, Never Not Together. Controlando de este modo la nostalgia y provocando en su lugar una ola de frescura total para un festival cuyo mayor riesgo, y atractivo, es acomodarse en el recuerdo de esos maravillosos años 80 y 90s.

Nada Surf

Así pues, fueron protagonistas las estridentes guitarras de “Mathilda”, las esperanzadoras frases como what you’re looking for’s looking for you, too de “Looking For You” y el ritmo atropellado de las palabras en “Something I Should Do”, en un concierto que no dejó indiferente a nadie, más allá de los que se habían repasado “80 Windows” para nada. Finalmente, Mathew, acercándose al público, admitió algo así como sometimes I like to read the t-shirts; sin duda punto más alto de esta congregación, pues, al fin y al cabo, lo que busca en la vida todo creyente es, en esencia, ser visto por su divinidad; y ya ni que decir leído.

El momento más turbulento de la noche llegó justo después de la mano de The Echo and The Bunnymen, en un concierto oscuro, pero sin misterios; donde la voz de Ian McCulloch se volvió humana y, como tal, propensa a errar de un modo que ni Will Sergeant podría salvar. Bajo la luna azul, hombres y mujeres se enzarzaron entonces en un insólito debate sobre si los que no sabían inglés eran ellos mismos o el propio McCulloch. A pesar de los problemas vocales de Ian, que condujeron a un abrupto final del concierto, los de Liverpool tuvieron tiempo suficiente para repasar con intensidad los grandes pilares de su carrera como “The Killing Moon”, “Lips like Sugar”, “Rescue” o “Nothing lasts Forever” tratando que no se cayeran del todo, aunque sin poder evitar que se tambalearan.

Echo & the Bunnymen

Nadie había digerido aún esta experiencia agridulce cuando Suede invadió el escenario ahuyentando cualquier resto de oscuridad con la muy brillante y oportuna “Turn Off Your Brain And Yell” que, sin duda, ayudó a todo el mundo a reiniciarse. Un jovialísimo Brett Anderson había seducido ya con su sola presencia a todos los asistentes ―se escuchaba murmurar: «todavía hay esperanza»―, con ese estilo suyo de glam desencantado que traslucía de su camisa negra y abierta cada vez que adoptaba poses deslumbrantes, e incluso westernianas, como cuando le daba por dar vueltas al cable del micrófono en el aire.

Si el propio Brett ya era razón de locura, canciones como “She”, “Trash”, “Animal Nitrate” o “Beautiful Ones” desataron la fiebre de un público absolutamente devoto y dispuesto a soltar esos raudales de pasión que a menudo encierra la vida cotidiana. Sin embargo, no todo iban a ser hits; y para que nadie se perdiese en una trayectoria tan larga como es la suya, pusieron hasta señales: la gran pantalla donde no hace mucho veíamos “Mercromina”, “Nada Surf” o la sombra de un conejo gigante, ahora iba proyectando las portadas de Autofiction, Head Music, Filmstar… en tanto que iban sonando sus temas.

El concierto se acercaba a su fin cuando Brett penetró en el público convertido en una especie de estatuilla religiosa sobre la que todo el mundo ponía, o deseaba poner, la mano, sin esperar ningún milagro, pues desde luego aquello ya lo era en sí mismo.

Tachados ya todos los nombres del cartel, la música de los Dj’s siguió ambientando la madrugada, dejando que se formara el poso de lo que acababa de ser una noche llena de conexión, nostalgia, algún desencuentro y, en definitiva, mucho amor; en un Visor Fest insuperable al que sin duda vale la pena volver a peregrinar junto a tu camiseta preferida, aunque sea de Camarón.

Texto: Sara Moa

Fotos: Luís Pérez Contreras

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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