Denso, intenso, sin parar y sin tomar prisioneros. Así, sin ningún tipo de colador sónico para oídos delicados. El concierto de los angelinos Nebula en la zona más íntima y pequeña del café Antzokia fue una demostración de que hay conciertos que son como aviones. Si no te subes te quedas en tierra sin entender lo que ocurre, pero como te subas, ¡ay como te subas! despegas a un estado de consciencia en el que no hay nada más que una batidora sónica de Stoner, Psicodelia y bastantes toques Doom.
Una ceremonia sabbathiana para oídos privilegiados. Y así fueron los poco más de ochenta minutos del trío liderado por el ex Fu Manchu Eddie Glass, acompañado a los parches por Michael Amster (se le movía el bombo de la tralla que le metía, hasta hubo que calzarlo con un barril de cerveza por si acaso) y al bajo por Ranch Sironi (recordemos que, por desgracia, Tom Davies falleció hace poco más de un mes por el maldito cáncer).
Y los tres ofrecieron un concierto intenso, fulminante y denso. Con la inicial “Giant” ya se dejaba entrever esa nebulosa distorsionada, esa ensalada de riffs y la contundencia de una propuesta que no es para todos los gustos. “Fall of Icarus” avisó de que esto iba en plan apisonadora, aunque hubo momentos también con su toque psicodélico y algo más “asequibles”, pero bueno, toda la parroquia (y nunca mejor dicho lo de parroquia, en este caso) estaba entregado al martillo pilón en forma de trío. Destacaron temas como “Man´s Best Friend”, “Transmission From Mother Earth”, “Tomorrow Never Comes” o “Atomic Ritual”. Riff tras riff, pasajes instrumentales, una base rítmica que no flaqueaba y, en resumen, un panorama perfecto para entrar en trance y ser poseído por la electricidad.
El final del concierto vino con un bis en el que Eddie (muy delgado y teñido de rubio) se mezcló con el público para acabar con una jam desarrollando sin pausa “Let’s Get Lost”, “Messiah” y “Witching Hour”. Intensito y demoledor. ¿El único pero? Que no tocaron “So It Goes”.
Texto: Michel Ramone
Fotos: Dena Flows
