La reseña de un concierto puede enfocarse desde varios puntos de vista. En el caso de Luna, da igual el que se elija, siempre salen ganando. Si se enfoca desde el punto de vista de la presencia en el escenario y sonido, sencillamente son apabullantes. Es sorprendente cómo tras esa sobriedad, sin aspavientos, con la serenidad que dan los años, pueden transmitir ese enérgico clímax.
Es una banda compenetrada, solvente, que rezuma elegancia. Es lo que resumidamente se suele llamar magnetismo y carisma. Si se enfoca desde el punto de vista del cancionero, son muchos los temas que nos han hecho soñar, y son muchos las que sonaron esa noche. Son temas que se meten bajo la piel como el aguijón de una abeja, canciones que traen a la memoria felices tiempos pasados, aquellos inocentes años cuando escuchábamos vinilos. Amigos, novias, vivencias, todo un desfile de sentimientos y emociones que agazapados en lo más profundo del alma volvían a aflorar. Un arranque con «Chinatown», «Dear Diary», «Sideshow by the Seashore», «Bobby Peru» y «Superfreaky Memories» nos dejó noqueados, como no podía ser de otra forma.
Si se enfoca desde el punto de vista de las versiones, por aquello de informar de dónde se viene y de los puntos débiles de Dare Wareham, lecturas de Lou Reed («Satellite of Love»), Velvet Underground («Femme Fatale») y Television (un inolvidable «Marquee Moon» de más de diez minutos) muestran a un músico que ha sido amamantado con los mejores momentos de la historia del rock. Si se enfoca desde el punto de vista de la solvencia con los instrumentos, pocas secciones rítmicas como la formada por Britta Phillips y Lee Wall pueden encontrarse hoy en día.
Son precisos y constantes para crear el esqueleto de la canción. Y si hablamos del guitarrista Sean Eden, hay muchas bandas en el rock machote que ya les gustaría tener uno así, solo que Sean no necesita pirotecnia para hacer que el público mueva los pies. Es una compenetración fuera de lo normal, una banda fuera de lo normal y se puede concluir que Luna son de esos grupos que justifican por qué nos vuelve locos la música.
Texto: Manuel Beteta
Fotos: Salomé Sagüillo
