Si me equivoco pueden corregirme, pero hace un montón de años que nadie inventa nada nuevo en este maniático mundo de la música, en su totalidad, y menos en el rock’n’roll, aunque, si tenemos que ser sinceros, no hace ninguna falta.
Los Fruit Tones (Tom Harrison, Tomas Walmsley y CJ Wood), formación nacida en Manchester, no son precisamente unos superlativos creadores, sin embargo, los jodidos, tocan de perlas y no engatusan a nadie. Fue una pena que estos aguerridos muchachos pincharan en su actuación de Barcelona, cuando en otros lugares de la península habían colgado el cartel de “no hay billetes”. El problema no residió totalmente en el desconocimiento de la banda (influyó, no cabe duda), sino que la oferta de la noche del 27 de octubre, en la capital catalana, era demasiado extensa; alguien lo tenía que pagar. Ni el auge del garaje-punk consiguió llenar el pequeño recinto del Paral·lel 62 Club y las estupendas prestaciones de estos vástagos de los Stones, New York Dolls, Iggy Pop, Ramones y muchos más rompedores de caderas.
Cuando les entrevistamos prometieron que, para su gira por España (14 ciudades), habían preparado una selección de canciones compuesta por éxitos extraídos de “Pink Wafer Factory” (2022) y “Natural Selection” (2017), más algún tema nuevo, versiones y distintos movimientos en el escenario, incluido su legendario freeeeze, a mitad de canción. Cumplieron en casi todo.
En cuanto a los hits, aparecieron la gran mayoría: los riffs rabiosos de “Drunk the Zoo”, la energía de “MSG”, “Over the Hill” (The Stooges in action) “Igloo Heart” (The Beatles enfurecidos), “Pink Wafer”, el sentido homenaje a Dr. Feelgood que es “Back in the Night (Again)”, “I Don’t Speak a Language”, “Pick Up My Bones” o “I Know Where Loves Come From”. Hemos apartado los que creemos que beben de los Stones sin disimulo ninguno: “Cross Pollination”, “I’ll Be Glad” (aquí nos regalaron una coda fabulosa) y el dueto “Because I like It” / “Trashed” o lo que es lo mismo, “It’s Only Rock’n’Roll (but I Like it) y Jumpin’ Jack Flash camufladas.
En el apartado versiones, únicamente descubrimos el”F’Oldin Money” de The Fall y entre los estrenos “Fruct”, pieza, con intenso olor a Ramones, que no desentonó dentro de un rodillo muy bien engrasado, gracias, en particular, a Tom Harrison, un guitarrista de tomo y lomo que funcionaría en cualquier banda de campanillas; ellos todavía no lo son. Un Harrison al que, en ocasiones le encontramos destellos de la voz de Tom Verlaine, opinión con la que no parece estar muy de acuerdo, pero que no le disgusta.
Les faltó algo de dinámica escénica y en ese punto defraudaron. No hubo meneos ni ramalazos punkys; se echaron de menos. Tres estatuas no corresponden demasiado al espíritu rockero. Sí nos obsequiaron con el tradicional freeeeze, marca de la casa. Efecto en el que, en medio de la euforia, frenan en seco para convertirse en una especie de imagen congelada. Lo pudimos apreciar en la mentada “Fruct” y sobre todo en “Hot Dog Jive”, tres minutos pelados en los que ofrecieron sus mejores virtudes: rabia y unos cambios de ritmo que envalentonaron y sacudieron al personal.
No podemos olvidarnos de un personaje vital del show: la madre del bajista CJ Wood. Una joya de mujer de pelo plateado que se pasó el tiempo que duró el concierto pendiente de su hijo y bailando como una posesa. Que tus vástagos te vuelvan a iluminar con sonidos de juventud tiene un valor impagable.
Las expectativas eran inmejorables, no obstante, sea por la escasa audiencia (aunque todos los presentes vibramos), la corta duración de la función (poco más de una hora) y esa bisoñez reflejada en la puesta en escena (deben lanzarse más al ataque), el resultado quedó gélido, no tanto como su divertido freeeeze, pero casi.
A los que no quedaron contentos (pocos) el merchandising les ofreció bonitas T-Shirts y unos preciosos vinilos serigrafiados.
El rodaje llevará al trío de Manchester al lugar que merecen. Contra las circunstancias adversas nunca se puede pelear.
Texto: Barracuda
Fotos: Marina Tomás Roch