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Dexys – Teatro Barceló (Madrid)

 

Vaya historia la de Kevin Rowland y sus Dexy’s Midnight Runners, ahora reconvertidos en Deyxs. De formación de sublime northern soul celta (del norte de Inglaterra, se entiende) a one-hit wonder con «Come on Eileen» y de ahí, a su desaparición y posterior resurrección como imposible banda de culto gracias a la insobornable personalidad de Rowland, uno de esos personajes que, como Shane McGowan o Dean Treacy, solo pudieron brotar en ese cambio de guardia que fueron los últimos setenta y primeros ochenta.

Magníficos y decadentes sin que se sepa muy bien dónde trazar la línea entre una cosa y la otra, así fue el único concierto que ofrecieron en su gira española. Con una banda dedicada solo a tiempo parcial a tocar —gran parte del sueldo se les va en interpretar sobre el escenario las ocurrencias de Rowland—, apoyada por pregrabados sospechosos, el foco es para Rowland, que acusa sus 70 años vestido con camisa de rayas y gorro marinero pero, por eso mismo, hace gala de su chulería: o lo tomas o lo dejas.

Por ejemplo, presentando por completo en el primer pase su nuevo disco, The Feminine Divine. No es una obra maestra, hay a quien le resulta detestable, pero es de elogio que intente defenderlo ante la indiferencia del público, incluidos los teatrillos sobre la masculinidad deconstruida, acompañado de la violinista y corista Claudia Chopek y el teclista, saxofonista y corista Sean Read.

Entre lo burdo y lo excelso, era solo la antesala de lo que la mayor parte había venido a escuchar: ese repertorio que abarca apenas unos años a principios de los ochenta que incluye, cómo no, los éxitos de Too-Rye-Ay: «Plan B», «Until I Believe in My Soul» y más tarde, un cierre perfecto con «Geno», la versión de Van Morrison «Jackie Wilson Said» y «Tell Me When My Light Turns Green», eje central de su repertorio. Cierran con la balada irlandesa «Carrickfergus», un oasis de sinceridad tras un espectáculo autoconsciente, vacilón e irónico, traslación imperfecta de eso que tiene Rowland bullendo en su cabeza, sea lo que sea.

A la salida, división de opiniones como pocas veces se ha visto, tal vez porque Dexys ya no tienen mucho que ver con la música o su interpretación, y los criterios habituales que esta suele imponer, sino que funcionan como un concepto en el que lo sonoro es solo una parte del conjunto, y en el que el centro es Kevin Rowland, genio, figura y desconcertante personaje.

Texto: Héctor García Barnés

Fotos: Salomé Sagüillo

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