Smile to the clouds es el álbum más brillante del fantástico Gaby Jogeix. Su refinado y singular estilo vocal y su excelencia en la guitarra lo han convertido en un referente internacional. Siempre en constante evolución, su talento compositivo ha alcanzado nuevas alturas en un trabajo personal y universal a la vez.
Inspirados en vivencias recogidas en sus giras por todo el mundo, como artista y como productor de numerosos artistas internacionales, sus trabajos previos, Hermosa Beach y Meanwhile in New Orleans, fueron producidos en Estados Unidos. En un cambio de fórmula interesante, Smile to the Clouds ha sido grabado en Madrid y explora una dinámica de trabajo diferente con el productor Juan Guevara y el músico estadounidense Jeff Espinoza.
A pocos días del lanzamiento de Smile to the Clouds por Edel Records el próximo 3 de noviembre, nos encontramos con Gaby Jogeix para hablar de este álbum tan especial.
¿Cuál dirías que es el hilo conductor del disco?
Pues un mensaje positivo de que cuando estás ahí, que no das con la tecla, y que no estás a gusto, reflexiona, ordénate, tómate un ratito al sol y se consigue. Es una colección de canciones que han ido apareciendo por las situaciones que han ido ocurriendo, desde unas ucranianas que estuvieron aquí seis meses hasta la marca que te deja Nueva Orleans, que te la deja de por vida (risas). Ese tipo de cosas, y sobre todo, mucho más concentrado en la voz. Mucha gente me tiene como guitarrista, pero a mí lo que me mola más es componer y sobre todo, cada vez más, cantar. Estoy concentrado en un tratamiento más de pop. Pop en el sentido de música universal. De todas maneras, si yo cojo una guitarra o te hago un giro con la voz, va a sonar a blues.
Los dos álbumes anteriores, fueron grabados en Los Ángeles y en New Orleans en lo que era una experiencia muy puntual: ir a un lugar, grabar un disco. ¿Cómo ha sido grabar Smile to the Clouds en tu ciudad, Madrid, rodeado de tu familia, de tus cosas?
La elección de Madrid fue por querer hacer un cambio en la forma de componer y trabajar con el productor Juan Guevara. Había muchos textos que enviaba Jeff Espinoza. Él es un tío que está permanentemente pensando y permanentemente componiendo canciones, pero él empieza por los textos, es casi más un escritor que luego le da sentido musical de una manera muy distinta a la mía. Grabar en Madrid es un ejercicio muy distinto, porque no estás bloqueando 15 días para irte al extranjero y conformar un equipo desde cero. Para este álbum hemos contado con los músicos más idóneos de aquí. Cada uno puede grabar desde su casa. Es una manera de trabajar en la cual brilla muchísimo más el trabajo de un productor, que tiene todo en la cabeza. Tú como artista tienes que estar pendiente de tu relato, de tu movida.
La canción «Smile to the Clouds» abre el disco, y comienza con tu voz, como si no te pudieras esperar para empezar a cantar…
Es una canción que es un frenesí hacia ir a por algo. Es un paseo en moto hacia las dunas de mi tierra en Francia, que es de los sitios más mágicos que conozco, que son de esos sitios en los cuales allá donde mires no hay rastro del ser humano. Es el de la foto de la portada del disco. Mi madre decía que es “el sitio donde el viento del oeste vuelve a colocar las cosas en su sitio”. Entonces hay cierto frenesí en toda la canción para llegar a un sitio que es cuando ya llegas a subir las dunas y te encuentras ahí con el Océano Atlántico y entonces ahí ya te quedas. Estar allí te reconecta mucho, es una cierta introspección que te hace mejor, que te hace más consciente y que te hace volver a colocar las cosas importantes de la vida. La música, en mi caso, es una de ellas. Si dejo de hacer música me marchito. Incluso si siendo un artista independiente se convierte en un lujo muy caro, pero es necesario.
¿Cómo ha sido presentar el disco en vivo por primera vez?
Lo presenté en el Café Berlín de Madrid. Me llevé a seis tíos detrás mío con dos coristas. Cantando estábamos cinco personas. Jeff Espinoza vino ahí a echar un cable también porque quería venir y le quise poner, con el tratamiento de artista que merece. Es difícil, porque claro, tú haces un disco para que quede bien. No estás pensando en “no lo voy a hacer así en el disco porque luego en vivo no lo voy a saber hacer funcionar”. La música tiene que estar bien hecha. Luego vamos a ver cómo adaptaremos al directo. Pero para poder lograrlo en vivo ayuda tener a gente muy experta como Pablo Pérez, que es el guitarrista -entre otros artistas- de Loquillo. Tengo muchísima suerte de tener una banda conmigo que es maravillosa.
¿De las canciones del disco que presentaste, cuál fue la que más te sorprendió en directo?
«Love is on Fire». Es una canción que tiene ritmos a la James Brown. Ocurren muchas cosas y encima, en el disco tienes como invitado a Jordan John. Es un tío que llena tanto con una energía y con una sencillez y lo canta sin esfuerzo. Esto te lo hace complicado en directo, pero esos desafíos molan, de decir “bueno, nos toca ver cómo arreglamos esto para que tenga sentido”. Eso me gusta mucho, “te voy a cantar una canción que tú no has escuchado jamás”.
¿Cuál es el desafío más grande de ser músico hoy en día?
Mantenerse fiel a sí mismo y conseguir llevar el barco a puerto. Siendo organizado, siendo muy creativo y trabajando mucho. También hay muchísimos asuntos de estrategia, saber cómo funcionan las discográficas, cuáles son los puntos interesantes y es jugar al riesgo. Pero son una serie de apuestas que tienes que hacer, y tú cuando has apostado tanto te enfrentas al escenario de una manera distinta, al público te lo tienes que ganar desde cero. Tengo que cantarles para convencerles, para entretenerles, para seducirles y para emocionarles. El hecho de cantarle a alguien unas canciones en vivo con una guitarra, eso la gente lo necesita y lo disfruta mucho. Cuando lo haces de manera sincera, eso se transmite.
Texto: Nicolás Coitiño
