Hace unos días cuestionaba en las redes sociales si era creíble pensar que algunos músicos muy veteranos están en los mejores momentos de su carrera. Allí hablaba de directos, aunque la cosa era aplicable a las grabaciones. Soy de los que piensa firmemente que no, pero, como en todo, hay excepciones. Y Mellencamp confirma con este disco que es una de ellas. Asegurar que ha firmado uno de los cinco mejores álbumes de su carrera no me parece, en absoluto, fuera de lugar. Una especie de trabajo conceptual, sin llegar a serlo, sobre todo lo que nos rodea. Con la voz más rota que nunca, pero con canciones como templos. Poniendo los pies encima de la mesa para declarar que con 71 años del ala, se puede seguir rockeando, y se puede conservar la rebeldía. Honestidad elevada a la máxima potencia. Esa que pone de manifiesto la rotunda claridad de «One More Tick». La desazón y el desconcierto hacia los vaivenes de su país, aunque cargados de inconformismo, de “Hey God” o “The Eyes of Portland”, que no parece casualidad que fueran los dos temas de adelanto. Johnny nos lleva a los infiernos desde su título, pero está dispuesto a dejarle las cosas claras a Orfeo. Vamos a luchar por lo que creemos, y la edad no va a ser un impedimento. Así que hay que tratar de montárselo de otra manera, como asegura en «Backbone», porque mientras haya vida hay esperanza. En cuarenta y nueve estados es rock americano, pero en uno, Indiana, es el rock americano de John Mellencamp.
Eduardo Izquierdo
