Vuelve uno de los grandes del country folk actual con un disco que, avisa, es incluso más acústico que su predecesor, The Hometown Kid. Este auténtico discípulo de John Prine – se parece al maestro incluso en lo físico – sigue apostando fuerte por huir de la electricidad y la rotundidad sonora, en busca de una honestidad que encuentra en los sonidos más crudos, que no desangelados. Letrista espléndido, impacta desde la realidad y la cercanía de los temas que trata. “Su cáncer no dio ningún aviso, hundió sus raíces en su suelo, salvaje como el kudzu en las carreteras del sur. Apenas hubo tiempo para soñar en días mejores para salir adelante, se fue en un abrir y cerrar de ojos” canta en la devastadora «Merigold». Nos devora y nos cautiva nota tras nota. Con la banda también brillando, especialmente Lucciana Costa al dobro. Pero, sobre todo, con enormes canciones como «Even Jesus Got The Blues» (insuperable título), «The Wild» o «All I Can Do Is Write About It». Olviden eso de ligar lo acústico con lo aburrido.
Eduardo Izquierdo