Y al fin, a las 21:13, durante el show revival de Lord Rochester, empezaron a caer unas leves gotas de agua después de dos meses de sequía absoluta en Granada. La organización se temió lo peor y el largamente anunciado chaparrón de verano (ahora lo llaman DANA) podía arruinar la vigésima edición del Hogaza Rock. Un aniversario en el alambre. Pero todo quedó en un susto.
Más adelante, los también escoceses The Wildbeests se vieron obligados a calmar los ánimos en spanglish por un inofensivo sirimiri: “En nuestro país esto es normal, normal, normal. Todos los días”. Y ya no hubo más noticias sobre la temida gota fría en la plaza de la Iglesia de Alfacar, un pequeño municipio granadino ubicado a unos 10 kilómetros de la capital, conocido por sus legendarios panes y, últimamente, por el pase a la final de la localidad en el regreso del programa Grand Prix a televisión española. Fue la comidilla de la noche.
El Hogaza Rock es la antítesis del típico festival musical de verano. Hay un solo escenario, la cerveza es barata y lo único que importa es pasárselo bien al son de la música. En la plaza de la Iglesia, con el ayuntamiento a un lado y la barra enfrente, las guirnaldas de coloridas luces, farolillos y banderolas recuerdan a las fiestas patronales que engalanan los pueblos en el estío. Esta es una verbena muy particular: en lugar de las orquestas que reparten la misma música desde hace décadas, en Alfacar crujen las guitarras de grupos minoritarios abocados al underground. La banda sonora de la juerga no es «Chiquilla», de Seguridad Social, o alguna de Nino Bravo. Seguramente, el momento de mayor tirón entre el público fue una frenética versión de «Mongoloid», el conocido single de Devo, a cargo de The Wildbeests.
¿Y si llueve? El trío granadino Angustias tocó antes de la hora prevista por el pavor al temporal. Antes de las ocho de la tarde, aún de día, Antonio Deshollinador (guitarra y voz principal) abrió un repertorio de 40 minutos al grito de “Jamás te voy a molestar”. El grupo sonó afiladísimo, como una navaja abierta que remite a la oscuridad de las viejas bandas punk de finales de los 70 y primeros 80. La música de Angustias es negra como el carbón y sus letras tampoco son la alegría de la huerta. De la inquietante historia de «Dos Niños y una Pistola» pasaron a una especie de segunda parte donde se habla de “matar a un hombre mayor sin rencor”. Glups. Con el batería Dieguito Pellejo a la voz se volvieron más macarras, Angustias en su versión primitiva y contundente.
Lord Rochester subieron enseguida al escenario de Alfacar. De qué lado estás: ¿de los refinados sonidos del r&b de los primeros 60 o del rock’n’roll clásico? ¿Mod o rocker? La eterna pregunta tiene trampa en este caso porque el autoproclamado «grupo que mejor suena (y el más guapo) de Escocia» salta de un estilo a otro dando como resultado una sabrosa mezcla de estilos y décadas añejas. Los conocimos en los lejanos tiempos de Asturian Sessions (2010), donde se pasaron por el estudio Circo Perrotti de Jorge Explosión. Poco o nada ha cambiado desde entonces. Un trío fiel a una forma concreta de concebir la música, tres elegantes músicos que se mueven en las coordenadas mocker, ni un milímetro más ni uno menos. Brindaron con un vaso de güisqui y se adelantaron al homenaje posterior a Bo Diddley con una versión clavada del «You Can’t Judge a Book». Misión cumplida, y sin despeinarse el tupé.
Aunque el músico que ayudó a definir el rock’n’roll es inimitable, la influencia del cantante y guitarrista de Misisipi es infinita. Russ Wilkins, líder de Lord Rochester, lleva una guitarra rectangular igual a la suya. El dúo Gogo Loco, por su parte, no se esconde: celebran la liberación individual y colectiva de los excitantes sonidos que agitaron los años 50 a modo de homenaje. Si Bo Diddley estuviera vivo alucinaría con el ritmo sincopado de una pareja que logró poner a bailar al público en un show previsible, pero también enérgico y divertido. No inventan la rueda, ni falta que hace. Y como guinda, su espigado cantante y guitarrista saltó a las primeras filas para mezclarse con la gente mientras su compañero aporreaba el tambor de la batería con unas maracas. Lo llaman maraca driven rattl’n’roll.
A continuación, fue el turno de The Wildbeests y el leve sirimiri que, afortunadamente, no pasó a mayores. Entre tanta revisión y una estricta vuelta a los orígenes del rock’n’roll, los murcianos Los Malinches cayeron como agua bendita en Alfacar. Tardaron un poco más de la cuenta en salir al escenario y poner a punto las percusiones, el teclado y el resto de los instrumentos. La espera mereció la pena. Mucho. Sus miembros parecen directamente teletransportados de algunos de los recopilatorios de Algo Salvaje de Perú, de Munster Records. Una decidida apuesta estética, musical y con una fuerte carga psicodélica sesentera que salió redonda, sobre todo a partir de la dupla conformada por «Piel de Lince» y «En el Agua» y ya, como broche, la alucinante versión del «Me Siento Loco» de los colombianos Los Yetis. Un viaje casi chamánico. Lo mejor de la noche.
“Hemos viajado desde muy lejos para estar aquí, pero por fin hemos llegado”. A las 1:35 horas los franceses Les Lullies salieron a comerse el mundo a una velocidad endiablada cantando en francés e inglés. En su caso, el sonido no acompañó demasiado. Pero dio igual. Estos muchachos recrean el punk acelerado del 77 con un buen repertorio propio. El público, exaltado, se arrancó con varios pogos en la zona delantera y hasta el responsable del puesto de las chapas y camisetas abandonó su tenderete y se mezcló con la multitud. Nadie temía ya la lluvia en el paraíso del pan. Solo música y diversión.
Texto: Jon Pagola
Fotos: José «Griffin»
