¡Todo el mundo quiere ser un gato jazz! En esa canción de la película de Walt Disney “Los Aristogatos” pensé cuando vi un Teatro Tivoli de la ciudad condal llena hasta los topes y muy expectante para disfrutar de Woody Allen y sus músicos arrabaleros en su segunda noche en el Voll Damm Festival Jazz de Barcelona. Si un afamado director de cine (una leyenda en carne y hueso) se pone a tocar jazz con sus amigos… todos queremos ser un gato jazz…
Me tomo la licencia de esa inofensiva reprimenda para animar a los barceloneses y al lector para que asista a otros eventos del género en esas ya escasas pero valientes salas de la ciudad que cada día ofrecen interesantes combos del género. Tras las palabras de bienvenida del organizador del evento sale a escena Woody Allen con su pinta de despistado, pantalones chinos, camisa y esa mirada perdida marca de la casa. Los aplausos de sus incondicionales son sinceros y cálidos y todavía no ha tocado ni una nota. Le siguen seis músicos más, a cuál mejor y claro, hay que decir las cosas por su nombre, mejores músicos que Allen, el cual ha reconocido que no es más que un aficionado al clarinete pero que la verdad, me pareció solvente en el escenario pese a una técnica atropellada.
Los citados músicos que merecen nombrarse son Conal Fowkes al piano que nos deleitó cantando algunos temas, incluso uno en español correctísimo y que también ejercía la dirección musical; Simon Wettenhall a la trompeta y voz; Brian Nalepka al contrabajo; un joven Kevin Dorn a la batería; Jerry Zigmont al trombón y voz y Josh Dunn al banjo y guitarra. Tras finalizar el segundo tema Woody se levantó de su silla y nos agradeció la presencia explicándonos que esa noche iban a tocar música jazz de Nueva Orleans, léase Rag Time, jazz, blues, dixie, calipso, espirituales… Un auténtico festín, la verdad. Durante más de una hora y media que sucedió en un santiamén todo el combo intercaló temas de esos distintos estilo tan característicos de tierras pantanosas y, tras dos bises, la sala se desalojaba ordenadamente con caras de tremenda satisfacción.
Texto y foto: Jordi Sánchez
