Llevo un buen rato debatiendo conmigo mismo y lo políticamente correcto sobre cómo comenzar esta crónica y, lo siento (supuestamente) si alguien se ofende, pero lo que ayer tuvo lugar en la Fun House de Madrid fue el ejemplo perfecto de lo que, para el que escribe, es una mujer que se dedica a esto del rocanrol. Sensualidad, exuberancia, sugerencia y todo lo bueno que, siempre dicho desde el respeto, solía ser visto como una forma de rendirse ante una evidencia.
Si para alguien con ojos esta evidencia era cristalina, la maravillosa Svetlana Nagaeva, conocida como Zombierella, también demostró lo anteriormente destacado para gente que tenga un mínimo de oído. La bajista de Messer Chups fue la gran protagonista del segundo bolo de los rusos en la capital y lo fue de principio a fin.
La banda volvió a demostrar que en la música la mejor forma de ser original es mezclando géneros y así llevan más de dos décadas. Rock sureño, rock surfero, rock tarantiniano…la miscelánea era tal que hasta en el público se notaba: mirabas a un lado y estabas en Kill Bill; mirabas al otro y la Fun House era un bar de Sons of Anarchy; mirabas al frente y de repente habías entrado en un episodio de La Familia Monster…
Y así, todos contentos y mezclados durante hora y veinte minutos de actuación. El bolo que se acaba y el batera que empieza a recoger mientras uno de los guitarristas desaparece sin levantar gran aturdimiento, pues toda la atención estaba puesta en la zona de merchandising. Zombierella saludando a los 88 maníacos, a los Ángeles del Infierno y a los primos de los Monsters mientras por la sala chicos y chicas teníamos claro que esa mujer es un auténtico espectáculo.
Texto y fotos: Borja Morais