El último gran festival del verano y el primero del otoño, FestiSurf Costa Brava celebró su undécima edición con un cambio de ubicación pero fiel a su filosofía de divulgar la más genuina música surf sin renunciar a sus registros periféricos. Fue la sala Font del Ferro de Castell d’Aro (Girona) el escenario por el que desfilaron una serie de propuestas a caballo del instro surf y los ritmos de garaje más cavernícolas.
Hicieron los honores los franceses Wave Chargers, un cuarteto con dos discos publicados que poco a poco se está haciendo un hueco en el circuito europeo del surf y el rock’n’roll instrumental. Su secreto, un repertorio propio que enlaza directamente con las esencias más frescas y a la vez fundacionales del género. Muestra de ello son joyas del tamaño de «Kyokunomi» o «Surf Motel», que alternaron con citas a profetas de la reverberación como Dick Dale («Banzai Washout») o los Ventures («Walk, Don’t Run»).
Les siguieron unos viejos conocidos de la casa como son Los Tiki Phantoms. Ataviados con sus características máscaras con forma de calavera, los barceloneses venían a presentar «El enigma del tiempo», una obra que los confirma una vez más como clásicos del surf autóctono. Lo defendieron con argumentos tan incontestables como «Mar de fuego» o la contagiosa «Abril», y remataron con dardos de precisión como «Locos sobre ruedas», sin olvidarse de las refrescantes lecturas surferas de hits ochenteros como «Wake Me Up Before You Go-Go» (Wham!).
También son viejos conocidos del festival The Fuzillis. Con la guitarra salvaje de Dan Criscuolo y el saxo en llamas de Spencer Evoy en primer plano, los británicos pueden considerarse herederos naturales de Wailers, Frantics, Sonics y otros pioneros del Pacific Northwest de Estados Unidos. Recién publicado su segundo álbum, «Grind a Go Go Volume 2», reventaron la pista al ritmo de «The Gee Gee Walk», «Fish Gumbo» o ese grito de guerra que es «Ungawa!».
Cerraron el programa Los Peyotes despachando su potente combinado de ritmos trogloditas, lírica descarada y capas y más capas de Farfisa. A ver quién más es capaz de sacar al respetable a bailar al ritmo de una canción titulada «La gente es una mierda». Los argentinos alternaron su cancionero reciente -el del formidable «Vírgenes»- con cartuchos del calibre de «Píntalo de marrón» o «96 lágrimas» -lectura criolla del «96 Tears» de Question Mark and the Mysterians-. Históricos del rock de garaje en Latinoamérica, no son una banda de surf pero despidieron por la puerta grande un festival tan auténtico como abierto de miras.
Texto: Oriol Serra
