Pocas personas quedan en el negocio musical que puedan hacer lo que les venga en gana. Y está claro que Costello es un de ellos. Hace ya mucho que se ganó el cielo y eso le permite licencias que a otros artistas seria más difícil conceder. En esta gira, que la podríamos llamar «me apetece salir de paseo con mi colega Steve Tour», Elvis nos hace una propuesta de espectáculo que no parece tener demasiado empaque, excepto las ganas de salir y jugar con su música. Al final no deja de ser su repertorio y tiene todo el derecho del mundo de hacer lo que le apetezca. Pero desde el segundo piso del Palau de la música, con una visibilidad un tanto reducida, lo viví de forma bastante irregular. Por un lado, uno de mis ídolos lanzaba un repertorio que brillaba por su calidad compositiva y por los grandes ratos que me ha hecho pasar, pero por el otro veía desgranarse las canciones delante de mi con cierta pereza y con una secuencia abigarrada. Elvis contaba batallitas y se le veía totalmente dentro del espectáculo. Pero yo no conseguía entrar en su ilusión narrativa.
Los arreglos tenían muy poco brillo y la voz de Costello no parecía encontrarse y sincronizar con el virtuosismo de Nieve, o al inrevés, era Nieve quien no conseguía aliarse con la interpretación de su amigo. La voz de Costello, para mí una de las mejores de la historia, parecía cansada y con poca afinación y entre los dos arengaron un repertorio que le costaba encontrar la fluidez y la emoción. Incluso algunos de sus hits me sonaron como la ropa tendida en la calle, dejándose llevar por el viento. Descuidados y vencidos. Puede que Elvis nos enseño su mejor perfil junto al repertorio de Bacharach o los Brodsky Brothers, en su faceta más crooner y broodwayana, pero tampoco, en mi opinión, era aquella la formación para sacarle la mejor punta. En resumen aquella fue una velada muy voluble y aburrida, en la que me costó mantener la atención y gozar del cantante. Y aunque vi a parte del publico marchar antes de tiempo también es cierto que oí gritos de emoción y de júbilo. Ante gustos colores.
Texto: Andreu Cunill Clares