La irrupción de los californianos, hace casi tres lustros, tuvo atisbos de hype pasajero. La publicación de Summer of Hate (2009) generó bastante excitación entre público y medios como Pitchfork, aupándoles como la nueva, enésima, reencarnación de The Jesus and Mary Chain. Y qué duda cabe que tenían mucho de los de Glasgow, pero con un toque canalla y juvenil que les hace muy golosos.
Unos cuantos elepés más tarde, y ya con el suflé rebajado al índice que realmente les pertoca, Brandon Welchez y Charles Rowell pisaban el escenario del Café La Palma con nuevo material que ofrecer. Upside Down In Heaven (2023), la criatura en cuestión, es un álbum que se debate entre el noise pop de melodías irresistibles y el garage pop más vibrante y disfrutable. Variantes ambas, como habrán podido comprobar, marcadas por el sufijo pop, como denominador común.
Apoyados en un sonido nítido, un repertorio muy rodado (no han movido ni una coma del setlist en toda la gira), y el castellano de Welchez (su segundo idioma, indicó), ofrecieron un show bien carburado donde resaltó ese espíritu entrañablemente canalla que subyace en sus canciones. Desde el cañonazo inicial con «Love Beyond the Grave», y a través de gamberradas como «I’ve Become What I Fear Most», decantaron su sonido hacia el lado más desenfadado de su cancionero.
También echaron algo el freno con gemas más soleadas como «Wait Until Tomorrow» o «Marquis de Sade», poniendo la rúbrica con «Mirrors», una de sus mejores canciones. Sin demasiados adornos (esta vez nos visitaron sin teclados), pero con prestancia y buenas canciones, hicieron bueno el manido axioma de menos es más, con un set sobrio y convincente. Larga vida a los bolos de pequeño gran formato y, por ende, a los Crocodiles. Y, claro está, a los hermanos Reid y su cohorte de alumnos más aventajados.
Texto: Daniel González
Fotos: Salomé Sagüillo
