El cristianismo no tiene mucho predicamento en Europa occidental, hoy día. Las sociedades se han vuelto mayormente seculares y viejas tradiciones como decapitar sarracenos o empalar otomanos, tristemente, se van perdiendo. Pero en el Nuevo Mundo es otra cosa; allí confían en Dios, ya saben, y si alguien confía más que nadie, ese es Neal Morse. Prolífico hasta lo extenuante, con su nuevo trabajo sigue -por concepto- allí donde lo había dejado con Jesus Christ the Exorcist (2019) entregando una nueva ópera rock basado en lo que cuenta el Génesis sobre José, hijo de Jacob. Los que hayan estudiado en colegios como Dios manda se acordarán de él como el tipo que interpretó los sueños del faraón, aquello de las siete vacas gordas y tal…pero divago, centrémonos en el disco.
Con un único miembro de la NMB en los créditos (Eric Gillette en tareas de guitarra y batería), The Dreamer es un trabajo expansivo y coral, aunque al mismo tiempo, profundamente personal y concreto. Hay amiguetes, faltaría más (Jake Livgren, Ted Leonard, Steve Morse) y los obligados coros y orquestas varias, sí; pero la sensación tras diversas escuchas es la de que al mando siempre está Neal, lleve la voz cantante o la ceda según el momento. El contenido no se aparta de su libro de estilo, obviamente: prog rock ora grandilocuente ora intimista, ramalazos de blues rock y pinceladas de music hall. Vamos, lo que sabe hacer mejor. Inspirado como siempre, con momentos de inspiración rozando la obra maestra, desde que termina la suculenta overtura y entra «Prologue/Before The World Was», clausurado por uno de esos clásicos solos de Steve Morse, el fan se siente en territorio conocido. En casa como si dijéramos.
Po otro lado su adscripción a lo conceptual -que lo está- queda supeditada a su carácter de musical, de -como hemos dicho- ópera rock en la mejor tradición Rice/Lloyd Webber, a cuyo canónico título, por cierto, remite más de un tema en The Dreamer. Y lo mejor, para los que gozamos del exceso, es que el propio título implica una continuación que ya esperamos con secreto deleite.
Eloy Pérez
