Le había perdido la pista a esta gente, la verdad. A su disco homónimo del 2014 -con el que les descubrí- le siguió un silencio discográfico que acabó por mandarlos al limbo. Por ello, la noticia de que los de Oakland tenían nuevo trabajo disponible fue recibida con interés y expectación, me consta que no solo en mi caso.
Escuchado a conciencia, pocas cosas han cambiado en su propuesta, ninguna empeorado. Puede que se aprecie un tono ligeramente más reflexivo en el conjunto, más pausa y menos urgencia en el cómputo global, pero la psicodelia progresiva -o el progresivo psicodélico, tanto monta- que define su propuesta sigue incólume. Una introspección resultado directo de las vivencias, oscuras y hasta dramáticas, por las que ha pasado la banda tanto antes -en un impasse de inacción que duró casi dos años- como durante la pandemia; en especial su líder John Gamiño, que sufrió la pérdida directa de familiares y amigos por culpa del bicho de marras.
Todo ello redundó en el tiempo y en lo efímero como motivo recurrente de estas seis canciones que se mueven entre lo lúgubre y lo expansivo, lo oscuro y lo deslumbrante; seis temas en los que el cantante habla de lo universal y lo intangible desde lo concreto y palpable: la impotencia ante los incendios forestales de California en las dos partes de «Burning Daylight» o el recuerdo de su madre en el tema que titula el álbum. Pero si hay una conexión curiosa en el álbum, esta proviene del que es posiblemente el mejor tema del mismo, «Death in Spring», cuyo título remite directamente a la novela La Mort i la Primavera, de la escritora catalana Mercé Rodoreda: “En la novela, las personas son colocadas dentro de árboles abiertos y les llenan la boca con cemento antes de morir para evitar que sus almas escapen”, explica Gamiño. “La canción trata sobre tres personas que conocí, las cuales perdieron la vida a causa de la violencia armada, la adicción y la salud mental. Es mi manera de cimentar sus almas en forma de canción”.
Respecto a la formación, ha habido movimientos en la sección rítmica, con las incorporaciones del nuevo batería Jimmy Pérez y el antiguo bajista de Astra, Conor Riley, pero al frente sigue estando Gamiño en voces y teclados, fielmente secundado por las doce cuerdas de Jake Sheley y Nolan Girard. Y es desde ellos tres, desde sus andanadas de órgano y sintetizador y desde sus acordes, punteos y solos de donde surge, renacido y afianzado, el sonido de Mondo Drag.
Eloy Pérez
