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Blues en la encrucijada: Coco Montoya, escribiendo en la pared

Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y qué blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero, a fin de cuentas, blues.

Nadie que guste del blues, y más concretamente del blues rock, necesita presentación alguna ante el nombre de Coco Montoya. El vocalista y guitarrista de Santa Mónica es un veterano del negocio. Da el salto a la profesionalidad cuando, ojo, nada más y nada menos, que Albert Collins se lo lleva de gira como… ¡Batería! Tras abandonar a Collins y darle duro al aprendizaje de las seis cuerdas, se subió al carro de otro tótem del género, John Mayall lo vio en un garito de Los Angeles y quedó prendado de su toque. Una década se pasó militando en los Bluesbreakers hasta que decidió que había llegado el momento de probar por su cuenta. Y no le ha ido nada mal. Posee una carrera larga y ha editado discos que deben figurar entre lo más destacado del estilo en las últimas décadas.

Recién salido del horno y bien calentito tenemos su nuevo trabajo discográfico, ya que Writing On The Wall se editó oficialmente el pasado viernes 1 de septiembre. Nada nuevo vamos a encontrar en sus surcos, que nadie espere sorpresa alguna, el californiano sigue en su línea de trabajo, sublimando el blues y el rock, con el oficio y la experiencia que se le supone. Es su sexta referencia para Alligator Records, el prestigioso sello de Chicago y es su undécimo álbum en solitario.

 

Lo primero que destaca en Coco es que, pese a su notable capacidad técnica, es de aquellos instrumentistas que prefieren el viejo dicho del “menos es más”, acariciar cada nota en el momento justo y no atosigar al oyente con un torrente apabullante de virtuosismo que en muchas ocasiones no conduce a ninguna parte. En esta ocasión sacó partido del obligado parón debido a la pandemia para echar el freno al ritmo de actuaciones y componer con tiempo y sin el agobio del calendario. Y en cuanto pudo reunió a su banda de gira en el estudio, Jeff Paris (teclados), Nathan Brown (bajo), Rena Beavers (batería), les tiró la caña a unos cuantos colegas (Ronnie Baker Brooks, Lee Roy Parnell, Dave Stern, Tony Braunagel) y el resultado no decepcionará a sus seguidores.

Abre poniendo toda la carne en el asador, inicio vocal desgarrador y punzantes solos en «I Was Wrong», blusazo imponente que rememora las enseñanzas recibidas de Collins y Mayall. Un disparo de salida como este pone el nivel muy alto, pero, como reza el refranero, más sabe el diablo por viejo que por diablo. Y el buen hacer de Coco mantiene la atención durante todo el minutaje, perfila detalles con acierto, los coros de «Save It For The Next Food», el Groove al galope de «Baby, You’re A Drag» o el tema título, el vacile soulero de «Late Last Night» o ejercicios de estilo que destilan distinción, caso de «A Chip & A Chair».

Y las versiones escogidas son de altura. Su lectura de «Be Good To Yourself» —escrita por Andy Fraser (Free)— no supera la grabada por Frankie Miller, pero no pierde comba, tributa homenaje a uno de los guitarristas más grandes surgido de Texas, Lonnie Mack, dándole cancha a su «Stop», ojo a la intervención solista en este tema. Cierra el trío con un «You Got Me (Where You Want Me)» de Bobby Blue Bland con chispa y garra. Coco Montoya, un tipo de fiar.

Manel Celeiro

 

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