Pocos son tan conscientes del paso del tiempo como el antaño Tigre de Gales. Y en un entorno casi idílico al lado del mar volvió a dejar constancia de que lo que es la dignidad y el saber estar sobre las tablas con más de ochenta años.
Con puntualidad británica tomó posición en el escenario y dejó claro de qué iba a ir la sublime tónica de todo el recital. Ya con al completo empezó a desgranar algunas versiones contenidas en su último trabajo de estudio Surrounded By Time. Harto emocionante fue verle encarar con una voz muy bien conservada el «The Windmills Of Your Mind» o el «Not Dark Yet» de Dylan. A ratos de pie o a ratos sentado fue hilvanando un concierto que encandilaba con una madurez tan esplendorosa y tan bien asimilada. De hecho lo que falló y estrepitosamente fueran las revisiones y adaptaciones de las canciones que gran parte del público quería escuchar. «It’s Not Unusual» y «Delilah» estuvieron más cerca de la Lambada que del crooner, soulero y testosterónico que fue hace mucho tiempo. Tampoco fue para tirar cohetes la celebérrima «Sex Bomb», que tuvo un filtro blues con poquísima enjundia a pesar de la excelente banda que lleva y que supieron durante todo el concierto cómo encararlo todo hacia el minimalismo que requiere el vocalista.
Pero cuando volvía al presente ahí estaba ese Tom Jones que desbordaba sapiencia en cada una de sus interpretaciones y que también nos obsequió con modernidad bien entendida con «Talking Reality Television Blues» o el «Popstar» de Cat Stevens. Por supuesto sigue conservando ese carisma suyo al dirigirse al público pero enfocado más, ya a estas alturas de su vida, a hacer de storyteller que no a flirtear con las féminas del público. Y entre lecciones de vida y revisiones magistrales de material ajeno llegó la hora de los bises en el que con «One Hell Of a Life» nos contó que ha tenido una vida estupenda y que se sentía más que feliz de compartirla con nosotros a estas alturas de su trayectoria.
Y un final de traca con el que volvió a dónde todo empezó, con «Johnny B. Goode» y «Great Balls Of Fire». Sí, ese rock & roll primigenio que hizo que Tom Jones se quisiera dedicar a esto de la música. El Tom Jones de 2023 no es el del Caesar’s Palace, pero tampoco quiere serlo. Ahora sólo quiere hacer revisiones y recordar a viejos amigos en clave más bien minimalista, y lo consigue con creces llegando a veces a embargar de la emoción por la sinceridad de su propuesta actual. El esperpento y la demencia senil escénica la deja para otros.
Texto: Xavi Martínez
Fotos: Sergi Abad