Chips, silicio y un futuro que ya no será
El paso de la formación en su periplo 2023 por nuestra geografía también les llevó al Universal Music Festival en Madrid y al Festival Terramar en la localidad costera de Sitges en Barcelona. Unos conciertos que no se salieron del patrón marcado como era de esperar. Chorreo de clásicos, o un grandes éxitos de los teutones de chips y silicio bien tuneados, pasando por los filtros de los subgéneros irradiados por Kraftwerk; empezando con “Numbers” y “Computerworld”, una “Radioactivity” que impregnó las células de varios de nuestros músculos, “Trans Europe Express” fusionada con “Metal on Metal”, “Tour de France”….
La verdad es que uno se acercaba a ver unos mitos que en su negociado pueden compararse a los Beatles en cuanto a influencia en el devenir del pop moderno, aunque lleven unas décadas preservados en plexiglas, y sus aportaciones discográficas sean anecdóticas desde Computerworld de 1981, donde ya empezaban a ser ellos quienes se veían influidos por su progenie. Por ello, mis expectativas eran contenidas, lo cual fue rebatido por una lección de conocimiento, talento y sí, también ligereza irónica bien contextualizada por unos “roboces” que han superado la edad de jubilación humana.
De los miembros originales solo queda Ralf Hütter, lo cual en el caso de Kraftwerk no invalida ni un mínimo la experiencia de verlos en vivo. Florian Schneider, el otro miembro fundador, porque Kraftwerk sobre todo fueron Ralf y Florian a pesar de las importantes aportaciones de otros miembros, falleció en 2020.
Antes de su salida suena un manto eléctrico que se percibe más que se escucha, ataviados de su trajes de luces a lo Tron, ambos hechos y tocar en un plaza de toros le da a todo un aire de realidad histórica en un universo paralelo y español. Es cierto que durante las primeras tres canciones el volumen era un poco escaso, algo que se solventó e hizo levantar el vuelo del concierto de los alemanes. Sabido es que Kraftwerk rehacen su repertorio en cada gira “modernizando” con mayor o menor acierto su sonido, y en esta ocasión fue con acierto rotundo. Las canciones viraban hacía un minimalismo glacial, dejando espacio para esas melodías de un romanticismo casi naif, a veces casi nanas folk robóticas. Pero también fue notoria una cierta sensibilidad para los arreglos sintéticos muy en consonancia con el house y el electro primigenio de Chicago y Detroit, que les dotaba de un dinamismo bailon.
Siempre apoyados en unas proyecciones que no dejaban ninguna duda del particular sentido del humor de los alemanes; en Radioactivity se recogía en las pantallas desde Palomares a Fukushima, el aterrizaje de un ovni en Alicante o la aséptica descripción del capitalismo institucional en Computerworld, sintética pero llena de mala leche. El show de Kraftwerk viene a recordarnos la cancelación del futuro en la que vivimos, porque no puede ser que tu abuelo siga dándote lecciones de modernidad, y aunque no llevaban el espectáculo 3D, un meta collejon si es necesario.
Texto: Iván López Navarro
Fotos: Salomé Sagüillo