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Felicia Pop – Parque de A Hortiña (Limodre, La Coruña)

The Speedways (Foto: Grungie)

Si en Nápoles celebran cada año el milagro de la licuefacción de la sangre de San Genaro, en Limodre (Fene-A Coruña), hacen lo propio cada mes de agosto con la celebración del Felicia Pop. Y así desde hace 25 años. Hay que darle su justo valor a que una pequeña localidad de menos de 500 habitantes lleve un cuarto de siglo apostando por la música independiente, rescatando a artistas e impulsando a bandas gallegas, de todo el estado e internacionales.

Todo ello en un contexto en el que nacen y mueren tantos festivales de música al calor de la administración política de turno o de visionarios organizadores que a la segunda o tercera edición fenecen sin dejar rastro.

La fraternal asociación cultural Felicia, mucho corazón y más cabeza, organiza un pequeño festival con carteles variados y la apuesta por el factor humano que no suele fallar. Así sucedió en este XXV aniversario con un récord de asistencia al parque de A Hortiña, superando con comodidad las 500 personas por jornada. La cita la abrió el viernes 4 los compostelanos Grampoder. Los antiguos The Homens simplifican a guitarra y percusión la antigua propuesta de power pop con una música hipnótica y energética que mezcla estilos y supo abrir con solvencia el festival.

Enamorados (Foto: Grungie)

Le siguieron los barceloneses Enamorados, que mantuvieron alto el listón del after-punk acelerado. Regresaron por tercera vez al festival (¡la última en 2008!) Dr.Divago. Con un sonido cristalino que permitía entender sus estupendas letras, los valencianos desgranaron su reciente disco La tierra prometida, una de las cimas de su modélica trayectoria, junto con clásicos como «La habitación de Charo», a la par que Manolo Bertrán ironizaba con su longevidad, presentando «El vertiginoso atleta moral» como “una canción del siglo pasado”. Fue, sin duda, uno de los momentos más agradecidos del festival.

En otra línea más frenética, los londinenses The Speedways dieron una lección de power-pop frenético que enardeció a la masa frente al escenario. La cita la cerró la intensidad festiva de los malacitanos The Oddballs, sobre los que había apuestas si alguno de sus componentes, asiduos visitantes de la barra, serían capaces de actuar. La profesionalidad triunfó y el sexteto andaluz dio una lección de cómo se pueden unir The Trashmen con la Wehrmatch.

Dr Divago (Foto: Óscar Caamaño)

En la sesión vermú del Felicia Pop, fuera del cartel pero dentro del programa, los vigueses The Soul Jacket adaptaron su repertorio de rock sureño con piezas de su reciente Kick Radio y su celebrado Wood Mama a un auditorio entregado. El programa regresó por la noche con dos bandas del país que hacen del gallego un vehículo de comunicación. Bule de Pontedeume, hijos del power pop de los 80, y los compostelanos Espiño, que dieron el concierto más diferente del festival, con sus desarrollos de folk-pop sicodélico con toques progresivos. A estas alturas a Alfonso Espiño y su banda se les permite todo en Limodre.

Continuando, The Blood Filloas eran una de las bandas más esperadas del cartel de este año por varios motivos. Jugaban en casa, su último concierto un cuarto de siglo atrás había sido en Limodre (aunque no en el festival) y los adolescentes indies que los seguían en los 90 son hoy padres de familia y a partir de los 40 ya se sabe cómo juega la nostalgia. Las dudas se disiparon desde el primer tema y un cuarto de siglo sin tocar juntos convirtió por arte de magia los tres acordes habituales de su repertorio en temas frescos como una lechuga que resisten sorprendentemente bien el paso del tiempo.

La banda de Fene podrían haber dicho como Fray Luis  de León en su primera clase tras años encerrado: “Como ayer decíamos…”. El público celebró con energía un regreso por todo lo alto el concierto energético en el que el cuarteto desgranó su disco Toys are us, versiones del «Annie´s Gone» de Redd Kross, «Dreaming» de Blondie y el estupendo «Whole wide world» de Wreckless Eric. Sin duda tuvieron su momento cenital con «Supeheroe», el tema que los encumbró en la escena galaica de los 90 dentro de la generación del televisivo Xabarín Club. Por los comentarios del respetable, fueron la sorpresa agradable de la noche.

Y no fue sorpresa, pero sí muy agradable, la actuación del francés con sede en Barcelona Ian Kay. Un repertorio festivo sesentero como si estuviéramos en 1966 pero hecho con credibilidad y buen hacer, animado y brillante, donde repasó su disco Walk that road again y la clavó en versiones como «Don´t look back» de The Remains. Sin duda, el otro gran concierto de la noche. También de Francia, pero de Montpellier, llegaron Les Lullies, intensidad a cañón para un fin de fiesta sin resuello. Rock en francés con aires a Real Kids y Les Dogs salvo en versiones inmaculadas como el «Heart of the city» de Nick Lowe. Elevaron un excitado estado de ánimo que ayudaron a mantener en alto en el claro del bosque las sesiones musicales de Turista 78, Ángel Snap, Mr.Klin y Pepe Kubrick.

Aunque este año de aniversario el Felicia Pop no contó con grandes bandas internacionales o nacionales a las que homenajear como en otras ediciones, lo cierto es que el cartel demostró que se puede hacer un programa variado, divertido y de gran calidad que mantuvo el nivel de esta modélica cita y que además consiguió superar el número de espectadores de anteriores ediciones. Igual que en festivales como el Sin Sal de la ría de Vigo en el que los asistentes desconocen qué se les va a ofrecer, el Felicia pop ya tiene ganado con antelación a sus seguidores, quizá por vender tanto un cartel musical como un feliz estado de ánimo. Privilegios de la longevidad.

Texto: Nico Estrume

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