Sé de primera mano lo que cuesta tirar adelante una sala en la Ciudad Condal. Mi hermano luchó lo indecible, junto a sus socios, para levantar la persiana del Rocksound desde su apertura en 2008 hasta su cierre, a causa de los planes urbanísticos, en octubre del 2020. Si un garito cuya filosofía sea huir de lo establecido y constituirse como alternativa a la corriente mayoritaria ya lo tiene complicado en cualquier lugar del mundo, todavía lo tiene peor en Barcelona. Una urbe que presume de vanguardista y abierta, pero que, en realidad, no ha dejado nunca de mirarse el ombligo diciéndose a sí misma lo guapa y lo molona que es, en un ejercicio de banal superioridad moral que no es más que una excusa para disimular su provincianismo. De ahí que debamos congratularnos que Sidecar, lugar emblemático de la música en vivo y del canalleo nocturno, cumpla cuatro décadas de existencia. Muchos nos hemos dejado buena parte de nuestros hígados y de nuestras cuentas corrientes en sus barras o frente a su escenario viviendo actuaciones memorables. Roberto Tierz, uno de sus fundadores, desmenuza esos cuarenta años de historia (del club y de la ciudad) de manera cercana, como en una charla cara a cara con unas copas en la mano. Tierz desgrana alegrías, muchas, e inconvenientes, todavía más, con una prosa que aún hoy en día revela pasión y ganas de seguir adelante. Anécdotas, chascarrillos, verdades y mentiras acontecidas entre unas paredes en las que todos, alguna noche, nos hemos sentido reyes y reinas. Por muchos años más.
MANEL CELEIRO
