Sigue realizando estimables conciertos, pero muchos de los seguidores de Patti estamos más pendientes de sus novedades literarias que de sus evoluciones discográficas. Obras como Éramos unos niños, M. Train o El año del mono la mostraron como una sagaz y precisa escritora, capaz de retratar épocas y personajes con ternura, de transformar las palabras en imágenes. Su nuevo libro funciona justamente al contrario: conocida su afición por la fotografía, reúne en un volumen 366 instantáneas, una por día, acompañadas por breves textos descriptivos. ¿El motivo? Su descubrimiento de las -buenas- opciones comunicativas que ofrece algo normalmente tan vulgar como Instagram. Sigue profesando amor incondicional por sus viejas polaroids, pero la imposibilidad de conseguir carretes apropiados para su cámara, lejos de desanimarla, la empujaron a explorar nuevos caminos. Filosofía encomiable, negarse a refugiarse en la mera nostalgia y seguir luchando con nuevas herramientas para seguir en contacto con el personal. Apuesta segura, suponer que muchos lectores de esta Ruta forman parte del millón de seguidores de su página, así que posiblemente ya habrán disfrutado de sus viajes a tumbas y cementerios donde reposan algunas de sus máximas influencia, de mitos como Bobby Fischer, Virginia Woolf, Albert Camus o Gregory Corso, de sus esperas en estaciones de tren o de sus recomendaciones gráficas de libros de poemas o novelas que le mostraron el camino a seguir para ser considerada una letrista personal. No faltan referencias a la música, a miembros de su banda, a viejos compañeros de viaje como Lenny Kaye, Jay Dee Daughrty o Richars Sohl y a artistas como Kurt Cobain, William S. Burroughs o Yoko Ono, y por supuesto ahí está la omnipresente sombra de Robert Mappelthorpe. Así, un libro que podría leerse en cuestión de minutos alarga su romance con quien se adentra en él durante horas y horas.
ALFRED CRESPO