Canta Núria Graham en «The Catalyst» que va a mandar un mensaje a través de una molesta brisa. Pues tal cual, aquí podría acabarse esta reseña. La cantante catalana, después de la catarsis emotiva que supuso su anterior álbum, parece haber ajustado cuentas con su pasado y cambia casi totalmente de registro para entregar un disco que parece una transcripción literal de un raro sueño. O quizás, como decía, un reenvío de mensajes que le llegan desde algún lugar entre el sueño y la vigilia. Cyclamen, nombre de una flor y también referencia al carácter cíclico de un disco que empieza y acaba con sendas canciones con nombre de isla italiana, es prácticamente un borrón y cuenta nueva que se adentra en ilusionistas atmósferas de jazz-folk. Las canciones, salvo «Disaster in Napoli», descansan sobre mullidos colchones acústicos de piano y guitarra clásica con algunos arreglos deliciosos. A Núria se le queda corto el pop y se lanza a explorar otros territorios con un resultado al nivel de lo mejor que pueda llegarnos de fuera en este registro.
FIDEL OLTRA
