A Marcos Valle la (presunta) tercera edad le sienta de maravilla, y no deja de demostrarlo con entregas discográficas donde amalgama, con inteligencia y solvencia, los sonidos clásicos del acervo sonoro brasileño –las coordenadas que le vieron nacer artísticamente en 1963–, con el jazz, el funk, el pop y el soul. Lo habitual, vaya, desde que, a mediados de los años 60, trascendiera su condición de joven promesa de la bossa nova, para convertirse en legendario artista, compositor y productor; titular de algunas de las grandes gemas de una MPB gloriosamente contaminada por otras influencias, durante las siguientes dos décadas y, por extensión, el resto de su larga y proficua trayectoria.
Un genio inagotable que corrobora, por sí solo, esa máxima de que nadie como los brasileños han sabido mirar a su alrededor, fagocitar e integrar los sonidos de fuera en sus léxicos musicales autóctonos .
Valle ha tocado muchos palos, y todos bien, y ahí están para demostrarlo hits de la categoría de A morte de um deus de sal, Os grilhos, Wanda Vidal, Ele e ela, Garra, Freio aerodinãmico, Estrelar, Velhos surfistas querendo voar, y un larguísimo etcétera que llega hasta nuestros días.
Ahora, el artista cumple ocho décadas de vida y seis de carrera musical con un señor disco bajo el brazo como es Sempre (Far Out), una obra que le retrotrae a finales de los 70 y principios de los 80, cuando, en compañía del inmenso soulman Leon Ware, mezclaba rítmicas brasileñas con música del alma, boogie y disco. Amén de ese jazz que en su mundo jamás pudo (ni quiso) faltar.
En su celebración de estos 80 años de vida, materializada mediante una ambiciosa gira mundial, el artista vuelve a pasar por Barcelona en la que será su única fecha española, cinco años después de su última visita a la ciudad. Concretamente, la cosa tiene lugar el lunes 21 en [La2] de la Sala Apolo y adquiere visos de cita ineludible para amantes de toda esa música del siglo XX y principios del presente que va sobrada de alma.
Texto: Alberto Valle
