Asistir a un concierto de Rod Stewart siempre causa inquietud y una cierta lucha interna. Por un lado, se le adora tanto por su contribución a la formación del rock británico tanto como por su aportación a una estética única que durante décadas ha definido una actitud y un way of life a la vez que nos embelesa con su radiante carisma de bribonzuelo que transita entre la picaresca y la lascivia. Pero hay que admitir que su cuota rockera ha sido mínima en las tres (o cuatro) últimas décadas.
Tras su último y decepcionante pase por Barcelona en 2005 (Palau Sant Jordi), volvía a Cataluña dentro de la programación del festival Cap Roig que se celebra en la preciosa localidad de Calella de Palafruguell en plena Costa Brava, en un ambiente lustroso de alto nivel para un público poco familiarizado con la época sagrada del rubio y más en la onda de sus hits ochenteros.
Arranca el show con un despliegue visual impactante donde aparecen un grupo de chicas con coloridos vestidos que simulan a la banda de acompañamiento incluidas dos violinistas pero todo es una puesta en escena para que «Addicted to Love» suene más poderosa antes de ser sustituidas por una banda real que se acopla los instrumentos para enlazar con «Wear it Well» y «Ooh la la», dos de sus piezas memorables pero no parece que causan mucho revuelo entre el público. Rod ha salido fuerte impactando con sus vestimentas imposibles y sintiéndose querido, no cesa en guiños hacia el público. Es con «Some Guys Have all the Luck» cuando la grada parece despertar y prosigue excitada con «Tonight I’m yours».
Al británico se le ve robusto, ágil, recorriendo el escenario de punta a punta y con la voz en estado notable aunque algo parece palidecer a partir de la versión de Forever Young, donde el rubio se retira hacia la batería y gesticula con los técnicos. Se atreve con «I Don’t Want to Talk About it» de Crazy Horse pero da la sensación que algo le sucede, como si se hubiera desinchado un poco y se aprecia en la interpretación de Maggie May, sin sustancia y muy mecánica.
Young Turks le empuja arriba y una sentida versión del «Downtown Train» de Tom Waits nos devuelve a un Stewart que cree y siente la música y no en la especie de crooner en que se ha convertido. Desaparece para recuperar aire mientras el grupo de chicas que han estado haciendo coros y coreografías se marcan un excelente «I’m every Woman» de Pointers Sisters pero que no se entiende muy bien que pinta aquí..
Una de las partes más emotivas llega cuando se sientan todos los músicos en sillas al frente del escenario y Rod rinde homenaje a Jeff Beck y se acuerda de «People Get Ready» compuesta a medias con el guitarrista fallecido este año. Sigue el set en un tono acústico en clave más folkie y tradicional con los hits de los setenta como «You’re in my Heart» (1977) y «Tonight’s the Night» para terminar con una versión de «Have I Told You» de Van Morrison. Un set donde Rod hace bromas, interactúa con el público y con sus músicos y se le nota muy a gusto, probablemente más que en su alter ego de entertainer. Tras la calma vuelve la pólvora más comercial con «Baby Jane» y «Do Ya Think I’m Sexy» que ponen el reciento patas arribas para culminar el show con una «Sailing» un poco forzada.
No se puede negar que el espíritu canalla sigue ahí a sus 78 años, que se mantiene digno sobre el escenario pero sucede que queda la impresión que el propio Rod ya no se cree su vertiente rockera y se inclina hacia esa versión que desempeña desde hace décadas de crooner orientado hacia un público acomodado sin un ápice de transgresión. Un hecho que sorprende y entristece, tratándose de un personaje icónico que revolucionó la historia del rock británico.
Texto: Daniel Miralles
Fotos: José Irún
