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Muse – El Sardinero (Santander)

Muse es esa banda que nunca me pongo en casa y siempre intento ver en concierto. Creo que no exagero al afirmar que el trío de Teignmouth es ahora mismo el grupo con mejor directo del mundo. Lo bien que suena cada instrumento –excepcional recinto el estadio de El Sardinero-, la energía que derrochan Matt Bellamy, Dominic Howard o Christopher Wolstenholme, los efectos sonoros, las animaciones de las pantallas o el setlist redondo que conforman. Es que es todo. Un show en mayúsculas. 23.000 personas felices de vuelta a casa.

Atardecía en Santander y Royal Blood subía al escenario siete minutos antes de lo anunciado. Aún estábamos tranquilamente paseando por los alrededores, siendo dueños de nuestro tiempo, cuando la inconfundible batería de “Out of the Black” empezaba a atronar. Un himno contemporáneo y una gran lección para los que nos gusta apurar: si hay algo peor que un concierto que se retrasa es un concierto que comienza con antelación.

Royal Blood es un perfecto secundario. Un gran escudero. Royal Blood es Arthur Shelby. Elegantes si procede y extremadamente agresivos cuando la situación lo requiere. Hacen el trabajo sucio de la forma más artística imaginable. Hablamos de un puto dúo, de un grupo conformado por bajo y batería con un directo que es una apisonadora. Lanzaron un álbum debut que arrasó y los situó en el mapa y, si bien es cierto que sus dos siguientes discos no han alcanzado el estatus de su ópera prima, hay joyas como “Lights Out” o “Trouble´s Coming” que ejercen de grandes comparsas para que luzcan “Little Monster” y, sobre todo, “Figure It Out”. Cuarenta minutos de bolo. Nueve canciones. Y más que suficiente. Los de Brighton han dejado su poso y han preparado el terreno para lo que se viene.

Diez de la noche y Muse sale enmascarado. Cada uno en su posición y a regalar dos horas de espectáculo para celebrar el Año Jubilar Lebaniego 2023. Abren con “Will of the People”, canción que además da nombre a su último álbum y la voluntad de la gente ya es toda suya. Con una puesta en escena más sencilla que otras giras como la de “Drones”, los británicos logran mantener el pulso sin esfuerzo aparente. Van tocando todos sus hits y apenas interactúan con un público dominado. Ver a Matt Bellamy con la guitarra es como ver a Thor con su martillo. Un tipo de lo más normal, de esos que jamás te fijarías por la calle. Y, sin embargo, cuando agarra su instrumento y camina endiosado por la larga pasarela, su presencia se vuelve más gigante que el diablo que asoma tras el escenario.

Muse representa, con su perfección, ese gran axioma periodístico que defiende que es mucho más fácil escribir sobre críticas que escribir sobre halagos. Cuando todo brilla y todo encaja es absurdo intentar explicarlo con palabras. No hace falta ni añadir el setlist porque sonó esa canción que estás pensando. Hasta la lluvia amenazadora mostró su respeto, apareciendo apenas segundos después de que el trío se despidiera.

Estoy en casa y suena Muse, aunque no por mucho tiempo. Llevo un rato mirando lo que les queda de gira y desgraciadamente parece que por España no vuelve a pasar de momento. París, Marsella, Berna, Roma, Milán o Kuala Lumpur este verano y Dublín, Mánchester y Londres para otoño. Si por casualidad andas por alguno de estos sitios cuando Muse toque, ni te lo pienses. Compra una entrada y a ver si tú puedes explicar lo que es la excelencia.

Texto: Borja Morais

 

 

One Comment

  1. Estuve allí. Pues eso: sin palabras

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