La aparición de Gustavo Santaolalla impone respeto. A sus 71 años, con aspecto de profeta, melena blanca y larga barba, necesita que le conduzcan hasta su posición al frente del escenario, porque no puede hacerlo por sí solo. Pero aquí acaban las posibles muestras de vejez o fragilidad, porque una vez sentado frente al público, este músico de rock descomunal, productor y autor de algunas de las mejores bandas sonoras de la historia, hará gala de una voz portentosa y de un control absoluto de la situación.
Si alguien había imaginado un concierto prácticamente instrumental, monopolizado por las guitarras y centrado en su trabajo para el cine, lo que nos espera es una exhibición de rock progresivo, liderado por la voz y la guitarra de Santaolalla, una lujosa banda de acompañamiento de cinco multi instrumentistas, y tan sólo puntuales incursiones en las bandas sonoras.
El pase arranca con dos canciones de 2017 (“Abre Tu Mente” y “Quiero Llegar”), y con “Camino”, de 2014, cuyas letras tienen un marcado acento espiritual o filosófico (“Abre tu mente hacia el cosmos / y mira como todo se transforma / Todos formamos parte de esta gran cosa / Hoy sol soy gusano mañana mariposa”, en la segunda, “Camino en la lluvia sin mojarme / Te busco en el fuego sin quemarme / Y cuando te crea alcanzar / Ellos me engañarán / ¿Por qué?”)
Antes de que suene “Camino”, Santaolalla saluda al público en correctísimo catalán, y anuncia (en español) que el concierto será un largo recorrido por toda su carrera, y que incluirá en el repertorio algunas de sus primeras canciones, compuestas cuando sólo tenía diecisiete años. Es una maravilla escucharle presentar alguno de los temas, y constatar, a medida que va relatando anécdotas, lo extenso y exitoso de su trayectoria. Cuando anuncia “Canción de cuna para un niño astronauta”, de 1969, recuerda con naturalidad que muchos años después compuso música que hoy suena en la NASA, en el Centro Espacial de Caño Cañaveral; más tarde, cuando se dispone a tocar “Mañana campestre”, afirma que en Argentina todo el mundo conoce este alegre tema de country, que lanzó con el grupo Arco Iris, y que cuando conoció a su esposa, ésta no se creía que pudiera ser suya.
A continuación suenan “The Apology Song”, que compuso para la película de animación “The Book Of Life”, de 2014, “No Existe Fuerza En El Mundo”, que demuestra el gran talento de Santaolalla a la hora de escribir versos originales (“No existen rascacielos que rasquen / cuando pica el corazón”), y dos canciones de 1995, “A Solas” y “Todo Vale”.
Cuando por fin se produce la primera incursión en alguna de sus bandas sonoras más célebres, en este caso, “Brokeback Mountain”, la felicidad, y también el silencio entre el público, es total. Qué maravilloso y raro privilegio escuchar música en estas circunstancias, en un contexto de semejante respeto y atención a lo que sucede sobre el escenario. Y qué oportuno, cuando el propio Santaolalla ha afirmado en más de una entrevista que los abundantes lapsos de silencio en la banda sonora pretenden reflejar el carácter taciturno de los personajes en esta memorable película de Ang Lee del año 2005, interpretados por Heath Ledger y Jake Gyllenhaal.
Después de rescatar una canción de 1982 (“Hasta el día en que vuelvas”), suenan dos temas de “Diarios de Motocicleta”, trabajo en el que Santaolalla supo sintetizar para la película de Walter Salles sus vastos conocimientos del folklore latinoamericano, y el tema central de la BSO de “Last Of Us”, la exitosa serie de HBO. Imposible no recordar, en esta tórrida noche en Barcelona, las peripecias de Mial y de Fúser, el joven Che Guevara, a bordo de su motocicleta, por Argentina, Chile, y Perú, mucho antes de que el Che decidiera iniciar su camino como líder revolucionario.
Llega la hora de la despedida, nuevamente en clave de rock, con “Ando Rodando”, y con el tango marciano de “Pa Bailar”. Acabado el último tema, nadie se atreve a pedir un bis. Lo que nos ha dado Santaolalla ha sido tanto, que esta noche sobra toda parafernalia. Miembros de la organización vuelven a acompañarlo mientras emprende el trabajoso camino de regreso al backstage. El concierto ha sido memorable, un resumen sobrio, elegante, fluido y variado, sin chistes fáciles ni lugares comunes, de toda una larga vida dedicada al rock, a la música sudamericana y al cine.
Noches de conciertos que uno espera con especial ilusión, noches de plegarias atendidas.
Texto: Alex Fernández de Castro
Fotos: Pep Ávila