Vivos

Gilberto Gil – Universal Music Festival (Teatro Real, Madrid)

 

 

 

De entre todos los modelos de artista posible, Gilberto Gil ha elegido el de patriarca, una figura que le asimila casi a las tradiciones flamenca y blues. O, más bien, la vida le ha empujado a ello: como uno de los venerables representantes de la tropicalia junto a Caetano Veloso y eminente ministro de Cultura bajo el gobierno de Lula da Silva entre 2003 y 2008, ha adoptado con gusto el rol de divulgador familiar de la música del sur americano.

El padre de todos los músicos, reales o putativos. La familia Gil, como señala el nombre del espectáculo, supone dos tercios de su banda, entre hijos, esposa, nietas y yernos que se alternan junto al patriarca sobre el escenario en una acertada big band. Pero quizá la mejor muestra de esa voluntad de patriarca es su ánimo didáctico a la hora de intentar enseñar al público la influencia que la música árabe tiene, vía España, en el baião de Luiz Gonzaga, que inspira «Expresso 2222».

A sus 81 años, Gilberto se plantea sus conciertos como suelen hacerlo los patriarcas, como una fiesta y no como una despedida, desde el arranque con una versión particularmente funk de «Patio». Al tercer tema el patio, lleno de brasileños (y portugueses) exiliados a los que ocasionalmente se les escapa una lágrima está ya dando palmas al ritmo de «Andar com fé». Es posible que el concierto se desinflase en algunos de esos momentos pensados para equilibrar el repertorio, como el recuerdo a Harlem Désir, presidente de SOS Racismo, con «Touche pas à mon pote» o la versión de Bob Marley «Time Will Tell», aunque se agradeció el bonito homenaje a la recientemente fallecida Rita Lee con «Ovelha negra».

A partir de «Soy loco por ti, América», eso sí, todo va subiendo de intensidad hasta conseguir poner de pie al conservador Teatro Real, especialmente en «Aquele abraço», donde Gil hasta se atreve a dar unos atrevidos pasos de baile. Es posible que, como suele ocurrir con tantos músicos de su generación, su música ya carezca de la sutileza de sus años clásicos, pero nadie puede poner pegas a una noche de verano feliz, gozosa y disfrutona que concluye con una exultante «Toda Menina Baiana», quizá porque el concierto no trataba sobre Gilberto Gil, sino sobre toda una tradición (brasileña, caribeña, pero también africana y afro) que no desaparecerá cuando Gil muera. Viva la música.

Texto: Héctor García Barnés

Fotos: Salomé Sagüillo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Contacto: jorge@ruta66.es
Suscripciones: suscripciones@ruta66.es
Consulta el apartado tienda