Acaba el concierto de The Offspring y, tras su despedida, suena “Sweet Caroline” de Neil Diamond. De repente, todo el mundo canta y baila mientras imaginas escenas de la película Beautiful Girls. Les invade la felicidad, en ese momento nada importa tanto como estar ahí un año más. En un viaje en el tiempo que nos lleva hasta 1994, los californianos nos recuerdan una cosa: la importancia de las canciones al relacionarlas con una edad, con un momento concreto.
The Offspring nunca fueron una gran banda en directo, si bien esta gira en que repasan sus hits les está sentando de maravilla, de golpe se han quitado veinte años de encima. De hecho, están mejor ahora que entonces. A ver, salen a escena y saben que lo importante es cumplir con el expediente (y para eso les da), pero ya que lo tienen que hacer, lo mejor es adaptarse al medio y divertirse. Y eso contagia a un público que, verdaderamente, no les va a exigir otra cosa que no sea berrear una “Come Out And Play” con la que comienzan su concierto (¿os imaginais a AC-DC haciendo lo mismo con “Highway To Hell”?) y a continuación “Prety Fly” o “Self Steem”.
Su actuación demuestra que en festivales como este lo que mueve al personal es este tipo de propuestas. Una pena para bandas como Sigur Ros, que con una puesta en escena impecable y una música idónea para otro recinto en que la gente habla más de lo que oye, para los islandeses ese no era su sitio. Con Sidonie, por ejemplo, se desbordaron las expectativas en cuanto a número de asistentes. Tras ser ninguneados durante años por los promotores de grandes festivales, para ellos esto era un premio. Y lo celebraron como acostumbran. Durante la jornada del viernes, el momento dulce de Cala Vento, la oportunidad para Pimpilimpussies en la carpa y, sobre todo, observar como Carolina Durante provocan pogos en jóvenes ávidos de música como la suya, desinhibida, gamberra y natural.
Franz Ferdinand, con los que se solaparon ya no tienen esa frescura (a pesar que solo quedan dos miembros originales), pero a la que suenan sus éxitos (increíble el poder que todavía tiene “Take Me Out”), la gente responde. De hecho, es el típico grupo que ahora si ves en este tipo de eventos y, sin embargo, te resistes a verlos en salas de mediano aforo. Siendo el Cruilla un festival en el que casi todo tiene cabida, la primera jornada estuvo reservada para jóvenes raperos y similares que ya a algunos que pintan (pintamos) canas se escapan de nuestro radio de acción.
En cambio, en la jornada intermedia (con más nombres latinos), la maquinaría perfecta de Rubén Blades que repetía prestancia, una Omara Portuondo a la que solo puedes ver desde la ternura o el aliciente del nuevo show de Rodrigo Cuevas que ha mutado piel y al que le falta aún rodaje para valorarlo en su justa medida, demuestra que esto, a pesar del desconcierto, no es incompatible con un último día en que Antonia Font y Placebo eran los platos más apetecibles.
Texto: Toni Castarnado
Fotos: Fernando Ramírez