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Ben Harper & the Innocent Criminals – Festival Porta Ferrada (Girona)

 

Hay noches que no se olvidan. Noches que se clavan directas en la memoria, en que las aguas vuelven a su cauce. Noches en que la expectativa queda aparcada, en que practicamos aquello del «momento presente» o en las que simplemente «vivimos». Y es que todo sea dicho, maldita expectativa, que a menudo nos juega malas pasadas.

Noches en las que Ben Harper aparece sobre el escenario junto a sus cuatro criminales inocentes, sin instrumentos, para interpretar todos a una la coral «Below Sea Level». Con actitud tan honesta y sincera, tan vulnerable. Noches en que la gente cierra la boca cada vez que el artista la abre. ¡Por fin! Entonces suena «Diamonds On the Inside» y los recuerdos acechan con este himno que ya cumple veinte años.

Ben Harper da las gracias por acudir en esta noche de verano, a un recinto semi vacío que da que pensar que la velada pueda no ser todo lo memorable que hubiéramos imaginado. Pero hemos dicho que nada de pensar y que dejábamos la expectativa aparcada. Choca el puño con cada uno de sus acompañantes mientras los presenta: Oliver Charles a la batería, Chris Joyner a las teclas, Alex Painter a la guitarra y Darwin Johnson al bajo. ¡Un aplauso para ellos! De todos y cada uno, destaca que también canta. ¿Por qué será? Pisa el acelerador con «Burn To Shine».

El ambiente se va caldeando, más cada vez que sienta su guitarra sobre su regazo. Llegan los primeros bailes con «Steal My Kisses». Pero cuando más lo queremos con todo nuestro ánimo, es cuando se queda solo con su guitarra acústica. Nos invita a cantar su canción, para después pedirnos que se lo dejemos a él. Cada uno tiene la habilidad que tiene. Nos abre en dos y registra, incluso roba alguna lágrima con «Walk Away». Algo que, expectativa al margen, solo puede ser todavía mejor si la sigue «Waiting On an Angel». Ben Harper lo sabe, que son muchos años ya. Dije que la gente calla cuando él habla. Pues solo con silencio se aprecian nuevas gemas como «Giving Ghosts». Y es que –también dije que– su interpretación es tan vulnerable, sincera y honesta, que se necesita de silencios introspectivos para recomponerse. Parece que Ben Harper sí sabe de «vivir el presente».

 

A partir de aquí se suceden grandes momentos por otros de mejores. «She’s Only Happy In the Sun» y «Burn One Down» parecen dispuestas a hacer una fiesta de lo que queda… Entre tantas, nos explica sus recuerdos de juventud, a su paso por ciudades europeas con mochila a la espalda, tocando en la calle y durmiendo en plazas. La apoteosis llega cuando convierte «Amen Omen» en una obra cumbre, a la que añade versos de «Knockin’ On Heaven’s Door».

Superada la hora y media habitual de actuación se despide para volver aclamado por gritos de «¡Benito, Benito!». Agradecido, como sabiendo que, aunque se sienta solo, personas como él nunca lo están, interpreta «I Shall Not Walk Alone» para terminar con «With My Own Two Hands»; un alegato que nos recuerda que, con la actitud adecuada, somos capaces de cambiar el mundo solo con nuestras manos. Aprovechamos los últimos instantes para deleitarnos con los enormes músicos que lo acompañan –y con sus enormes voces– mientras «Benito» recorre el escenario en una explosión de energía final. Extasiado tras darlo todo, acaba arrodillado con el puño en alto. Satisfechos, nosotros a sus pies.

 

Texto: Borja Figuerola

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