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Arctic Monkeys – WiZink Center (Madrid)

 

 

Tras encabezar exitosamente la reciente edición del BBK Live en Kobetamendi (Bilbao), los monos del ártico hacían parada en Madrid llenando, o casi, nada menos que dos Palacios de los Deportes seguidos. Un hito para una banda indie que, además, no entiende de concesiones comerciales. Sirvan como justificación para esta última aseveración sus dos últimas obras, Tranquility Base Hotel + Casino (2018) y The Car (2022). Trabajos donde los hits brillan por su ausencia. Discos reposados, de digestión (desesperantemente) lenta, no muy del agrado de sus fans de la vieja guardia, pero con un poso artístico de calidad, más cercano a la chanson o al pop crooner de Scott Walker que a, pongamos, The Strokes.

 

El actual set de los de Sheffield, en rodaje desde el pasado verano, ha ido añadiendo matices hasta hallar un interesante punto de encuentro entre las canciones de su etapa más juvenil, como «Fluorescent Adolescent» o «Mardy Bum», y las más recientes. Hay varios elementos de cohesión que explican este encaje. Por ejemplo, la adaptación de las canciones viejas a su sonido actual, y viceversa. Lo primero, a través de la ralentización del tempo, lo cual favorece una adaptación a ese toque más crooner en el que tan bien se mueve Alex Turner. Lo segundo, haciendo que cortes más sutiles como «Body Paint», tengan mayor pegada en vivo de la que muestran en estudio.

A ello se suma una cuidada selección de canciones que discurren en un terreno intermedio, entre la madurez actual y el rock más acneico de antaño, como son las habituales «505», «Pretty Visitors» o «Cornerstone». Una serie de decisiones en absoluto baladí, que ofrecen como resultado un show compacto, inteligentemente ordenado, en el que la distancia, a priori enorme, entre canciones como «Brianstorm» y «There’d Better Be a Mirrorball», no resulta tan insalvable.

Su sonido en directo es definido, pero bastante áspero, en contraposición a sus últimas grabaciones, mucho más domesticadas y «lounge». No en vano, es sobre el escenario donde Turner saca su lado más Nick Cave y asalvajado (la influencia del artista aussie es mayúscula). Lo hace demostrando su carisma y dominio del tempo del espectáculo, tanto para enardecer a sus fans, como para ejercer de director de orquesta improvisado, indicando a la banda donde acentuar una nota o marcar un silencio. Es el líder y todos siguen sus indicaciones, dentro y fuera del escenario.

Observando el desempeño de los británicos en directo, no podemos evitar profundizar en su evolución. Podríamos decir que su labor es educativa, pues fans que esperan (y obtienen) viejas andanadas teen como «I Bet You Look Good on the Dancefloor», también celebran títulos con hechuras clásicas como «Four Out of Five» o «Star Treatment», ambos en clara consonancia con el Gainsbourg cinemático de Histoire de Melody Nelson (1971). Y he ahí el gran logro de los Monkeys: ser fieles a los estímulos que guían su necesidad creativa, pero sin perder el norte. Con un pie siempre en sus raíces y aun así, trascendiendo el fenómeno adolescente. Un mérito que, como pudimos comprobar ese lunes (fecha de esta crónica) y martes de julio en Madrid, es perfectamente conjugable con éxito y calidad artística.

 

Texto: Daniel González

Fotos: Dena Flows (Bilbao BBK Live)

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