Cuando en 2012 Nick Waterhouse debutaba con Time’s All Gone, rápidamente lo incluimos en la lista de nuevos nombres que se subían al carro del neo soul del nuevo milenio. Pocos supieron ver que allí había mucho más, aunque ahora falten medallas para los que se atribuyen el mérito de haberlo hecho. Pero Waterhouse era un artista de largo recorrido, que ahora con The Fooler llega a su sexto álbum, en un camino que lo ha llevado a experimentar por diversos terrenos estilísticos.
Cierto es que el soul siempre le ha servido de coartada, pero su música aportaba mucho más. Arriesgado en sus movimientos, ha llegado a vivir en Europa, a producir a Allah-Las o Lana del Rey y a colaborar con Jon Batiste, ganador de un Grammy en 2021. En permanente búsqueda, este fan de Mose Allison o John Lee Hooker, parece haber alcanzado la madurez de su carrera con un disco que él mismo no duda en considerar conceptual. Un conjunto de canciones sobre la vida misma. Sobre cosas que van y vienen. Como su amada San Francisco. La de los clubes nocturnos y las librerías de segunda mano. La que el tiempo ha borrado y la gentrificación, con el dichoso COVID para acabar de complicarlo todo, ha convertido en un fantasma irreconocible al que el músico confiesa todavía amara. A pesar de todo. Porque «tu corazón y tus recuerdos pueden traicionarte de maneras realmente agradables». Y muy agradable precisamente fue la conversación que las nuevas tecnologías nos permitieron mantener face to face con Nick Waterhouse.
The Fooler es ya tu sexto disco, y a pesar de mantener una coherencia, te has mantenido en continua evolución ¿qué significa para ti llegar a ese momento?
Pues es algo bastante surrealista oírselo decir a una tercera persona. Mi subconsciente ha olvidado, de alguna manera, todos esos discos y mi corazón no piensa en todo lo que he trabajado este tiempo. De hecho, creo que sería algo intimidante meterte en un estudio pensando “este es mi sexto disco”. Te pones presión a ti mismo. Creo que hay que tomarse la carrera musical de un artista como algo a largo plazo y que va sucediendo. Cada disco hay que tomárselo como si estuvieras empezando de nuevo, aprendiendo a caminar y a hablar nuevamente. Estoy muy orgulloso de haber llegado a este momento a grabar seis discos, teniendo en cuenta el momento tan duro e implacable de la industria.
La ciudad de San Francisco ha sido esencial en este conjunto de canciones.
Empezando porque es el lugar en el que florece mi mente creativa, imagina…Tengo 37 años ahora, y llegué a la ciudad con 18. Aquí he conocido mucha gente, he hecho amigos, pero ahora me encuentro a gente extraña reflexionando sobre la misma y sobre todo lo que ha cambiado, planteándose si es un sitio real o no. Todo el mundo se ve con la capacidad de hablar, incluso gente que no vive allí. Es verdad que todo ha cambiado. A veces es como si lo soñara. Eso me hizo pensar en cómo iba a evolucionar esa ciudad en el futuro. Bueno, esa y otras: Nueva York, París, Barcelona…San Francisco es un poco como mi padre, porque me ha enseñado muchas cosas, y cuando tu padre cambia, te asustas. Esa es mi relación con la ciudad, que está muy presente en el disco. Gran parte de la relación que mantenía con la ciudad estaba enraizada en la cultura, el espacio, el ecosistema, las sensibilidades. Pero San Francisco es una ciudad que ha cambiado mucho desde el siglo XIX. Además, es evidente que el mundo es diferente a antes de la pandemia.
Transmites un poco la sensación de pérdida de esperanza. De añorar tiempos que ya no volverán.
No se trata de perder la esperanza. Una de mis novelas favoritas es Adiós, Berlín de Christopher Isherwood. Él era gay y vivía ne la Berlín bohemia de la era de Weimar. Lo siniestro de ese libro es que los nazis asomaban en el horizonte. Ya sabes, nadie sabe lo que son los nazis en el período en el que el libro está sucediendo. Y en cierto modo eso es todo un mundo desaparecido, como Pompeya. No existe. Creo que ese nivel de destrucción, decadencia y regeneración en otros lugares es realmente lo que es el espíritu humano. Así que no se trata de perder la esperanza. Es simplemente n aferrarse a cosas efímeras que pueden acabar de golpe, peor también recordando el bien que te hicieron esas cosas, y como te llevaron a avanzar. No creo que esas circunstancias puedan volver a ocurrir. No creo que el tema de Bloomsbury en el Londres de los años veinte se repita, no creo que el punk de los 70 en Londres se repita…Eso es lo fascinante. El arte y la cultura se convierten en una especie de llaves maestras, no solo para decodificar esas cosas, sino para también transmitir a la persona lo que se está desarrollando delante de él todo el rato. No he perdido la esperanza, pero sí creo que todo ha cambiado.
En tu nota de prensa decís que el disco “es el sonido de la ciudad embrujada por el sonido de las canciones”. Me hace pensar en la canción como epicentro de todo, por encima del sonido.
Así es, aunque una cosa lleva a otra. No se pueden separar del todo. A veces vas a ver una película con un amigo y cuando se encienden las luces te lo encuentras llorando. Ese es el concepto de embrujo al que me refería. Puedes tener todo un mundo interno de fantasía y apego hacia las cosas que hay en él, y todo eso se puede canalizar en una canción. Es como esa sensación que tienes cuando entras en una tienda, hueles a algo ye so te retrotrae 22 años. Creo que el crítico británico Mark Fisher, aunque hablando de electrónica, lo llamó ontology, que es entender cuando el sonido puede convertirse en un lugar que imaginas, peor también puede estar totalmente ligado a ese lugar. Eso es lo que hago con San Francisco. Es una base. Quería escribir algo como una novela musical.
Entonces podríamos hablar de un disco conceptual.
Por supuesto. Definitivamente The Fooler es un disco conceptual. Este álbum es una especie de llave para decodificar los discos anteriores y descubrir un poco cómo soy. Es un disco sobre la conexión humana y la memoria, representado por como los lugares evolucionan y desaparecen.
El sonido además es más orgánico…
¿Qué significa para ti orgánico? Me gustaría saberlo.
Más vivo, desnudo, crudo, casi fisiológico…
Guau, me encanta esa definición y estoy de acuerdo. Me encanta la palabra y el significado que le das. Diría que todo eso, que es cierto, hace que el disco sea más divertido que alguno de mis trabajos anteriores. Al final es el sonido de diez personas respirando en la misma habitación. Las cosas son menos previsibles. Son como las películas de Cassavettes. Ya sabes, tenemos algo de iluminación, peor no la mejor iluminación….Aunque tenemos los mejores actores y eso consigue dar forma al núcleo emocional. Tanto Mark Neil, que fue el productor, como los chicos que tocaron trabajaron con mucha intención. A Mark le interesa mucho capturar la fidelidad de estos músicos. Eso hace que tenga mucho sentido a que lo llames desnudo u orgánico.
Una cosa que me ha sorprendido bastante es que siendo una persona muy obsesiva con tu sonido, hayas dejado por primera vez la producción en manos de otro. En este caso de Mark Neill ¿qué te llevó a ello?
Me gustaba pensar en que yo iba a ser solo una pieza más en el sonido del álbum. Trabajamos en su casa y diría que me abrí totalmente a él como artista. Primero hablamos de discos. De las cosas que nos influenciaban y donde coincidíamos. De Little Anthony & The Imperials o The Lovin´Spoonful. Entonces él empezó a tomar decisiones como productor. Me pidió que cantara ciertas canciones de forma diferente. Cambiamos algunos temas blues que estaban en acordes mayores a menores. Él trabaja la producción como si se tratara de un triángulo equilátero y sabe que cada esquina debe sostenerse. Una es el músico, otra las canciones y la otra el sonido. Las tres han de funcionar. Además nos repetíamos una especie de mantra, “el sonido es el lugar, el sonido es el lugar…” porque como te decía, es un álbum marcado por esos lugares que estaban y se fueron. Mark y yo nos conocemos desde hace veinte años. Habíamos hablado por teléfono, pero no nos habíamos visto en persona. Algo que sucedió tras la pandemia, es curioso. Ël me dijo que me respetaba y que teníamos que hacer esto juntos porque soy el tipo de personas con las que le gusta trabajar. Fanáticos de los discos antiguos. Mark vio que teníamos un vínculo con el mismo mundo.
¿Influyó él en la variedad del disco? Porque creo que quizá la definición de soulman se te empieza a quedar un poco corta ¿no?
Sí. De hecho nunca me he considerado como tal. Simplemente porque aparecí en el escenario con tres chicas y dos saxofones… Me encanta Ray Charles, amo a Bobby Bland, pero no canto como ninguno de ellos. Puedes tener soul, pero no ser un soulman. La música soul, como concepción pertenece a la cultura afroamericana. Tienes que ser muy cuidadoso con cómo te enfrentas a eso. No quiero decir que seas tampoco quisquilloso, pero considerarte un artista de soul puede ser demasiado. No es sencillo ser respetuoso con canciones que pueden venir de la iglesia negra y que se han cantado en un contexto determinado. Me siento más a gusto pensando que estoy más cerca de artistas como Elvis Costello. Nunca he modelado mi voz como la de un artista negro. En ese sentido, como apuntas, Mark fue muy importante porque me dijo “tú eres un cantautor, como Joe South o como Van Morrison. Ellos no son cantantes de soul, aunque tienen el soul dentro”. Supongo que me he explicado bien.
Eduardo Izquierdo
Pos si. Un neo van morrison